Hoy escribiré algo diferente y espero que no huyan.
Estoy en Vallarta y no ha dejado de llover. Trabajé mucho toda la semana (realmente fue una semana de estrés y frustraciones constantes y venir a la playa era mi rescate) y me fue imposible venirme desde el jueves con la mayoría de mi familia. Amaneció Guadalajara con una llovizna y no podía esperar el momento de subirme al camión y encontrar mi rumbo al sol y al mar. Me dormí casi todo el camino. Después de un tropezón del camión y un rebote de mi cabeza contra la ventana, desperté y me encontré con que ya estaba en La Peñita; y el cielo era gris.
El caso es que estoy en Vallarta desde ayer y no ha dejado de llover. La verdad es que al inicio lamenté la situación: permanecer encerrada en el departamento, no tocar la arena, ver tan alejado el mar… Pero por la noche, yo no sé si por motivo del cardiaco final del Super Bowl, por mi afición a Katy Perry o por mi irremediable cansancio, me sentía feliz de no haber movido un dedo todo el día, de haberme quedado en la cama viendo la televisión y terminar la noche con un par de molletes de frijoles y unas copas de vino tinto.
Hoy desperté y Vallarta sigue gris. No les mentiré, tenía la esperanza de amanecer, tomarme una taza de café y ver el sol pintar de azul el cielo. Pero, aparentemente, eso no sucederá; ¡creo que hasta llueve con más bríos hoy!
¿Qué se puede hacer en días así?
Aquí, en mi casa, comenzamos por poner música: Edith Piaf, con su voz ronca y nostálgica, me invita a disfrutar de la melancolía del día y sus añoranzas. En la cocina, mi mamá y abuela, activas como son siempre, mueven los trastes y cacharros, rompen huevos, baten harinas, calientan el café. En la mesa del comedor, mi tío lee el periódico, y mi papá, acostado a un lado, hace estiramientos y comentarios graciosos. Mi hermana, en una esquina, le soba la barriga y le jala las patas al perro.
¿Y yo? Por primera vez en algún tiempo me permito reflexionar y escribir. No creo que escampe pronto. Y la verdad es que ya no me importa tanto. Jugar a empatar la lluvia con Albinoni y ver las nubes bailar pegaditas, alargarse y luego girar me ha recordado que están las cartas y el backgammon guardadas en el cajón, que me gustan los días tranquilos, que disfruto estar en silencio y que hay tres botellas de vino más escondidas en el clóset.
A veces el gris también es bonito.
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Suena como in día placentero. Los días bonitos no tienen neceseriamente que estar soleados!
Me hubiera gustado estar contigo…
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Hay tiempos para caminar, para correr y para descansar, y otros más para estar con uno mismo y la familia y así.
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Pues tal vez no sean lo habitual, pero son mis posts favoritos. ¡Ánimo, Mony!
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