Hoy iba a escribir sobre un restaurante que he frecuentado mucho últimamente por su cercanía, sabor y buen ambiente. Pero la verdad es que ayer estaba teniendo un día súper complicado, lleno de imprevistos, estrés y pendientes interminables (todos tenemos días, semanas, ¡meses! así) y cuando mi mamá me dijo que quería ir a comer a Dainzú y cuando en efecto fuimos y me senté a la mesa y cuando tomé el primer trago de mi agua de horchata, y cuando luego me sirvieron mi crema de frijoles y la devoré, me percaté que mi día de pronto había mejorado. Ese bienestar que Dainzú logró darme en un día de sumo estrés me convenció de escribir otra vez sobre esta joyita (Providencia 2920).
Sí, ya había escrito sobre este paraíso de comida oaxaqueña -quizá lo recuerden o no- y, un año después, mi opinión se sostiene (o en realidad muchos años después de aquella mi primera visita): Dainzú no sirve más que manjares y lo hace de una manera espléndida, vasta, abundante y lo hace dentro de un ambiente lleno de cariño, dedicación, creatividad y amor.
¿Por qué digo creatividad? Porque en Dainzú siempre hay algo nuevo. Pablo, la mente creadora y artística detrás del concepto y la cocina, además de un gran amigo, siempre tiene un proyecto y una idea nueva, además de todas las ganas y habilidades para llevarla a cabo. Este año impulsó en su restaurante muestras gastronómicas de Michoacán; en julio un especial oaxaqueño por la Guelaguetza, un recorrido septembrino por Tlaxcala, Puebla, Colima, Yucatán y Veracruz; en octubre, por el 50 aniversario de las Fiestas de Octubre, exploró Jalisco, y ahorita puedes ir a probar alguna delicia inspirada y basada en recetas tradicionales chiapanecas.
Y los especiales culinarios no son las únicas sorpresas. ¡La decoración siempre es una fiesta distinta! ¡Un deleite! Pablo se sentó a la mesa con mi mamá, mi hermana y conmigo, y mientras comíamos nuestras sopas de frijol picositas, con queso, pollo y totopos bien crujientes, nos platicaba su proyecto para el árbol de Navidad de este año: ya preparado para su montaje, el árbol de lámina estaba cubierto de un papel lleno de centellas, y modelaba series de luces que prendían y apagaban. Debajo de la mesa, Pablo sacó una caja y nos enseñó el toque final: ¡el árbol artesanal llevará más de 150 corazones de aluminio repujado que él mismo hizo! ¡Sí, él mismo! Ese es el nivel de cariño y dedicación que tienen en Dainzú, porque además Pablo lo contagia y todos los meseros y cocineros más parecen su familia y sus amigos que sus empleados, además de que a todos los comensales los tratan con la misma familiaridad.
Mientras Pablo seguía platicándonos los detalles de la decoración navideña para este 2015, llegaron nuestros platos fuertes. Mi mamá y yo aprovechamos la promoción, tipo buffet, que están ofertando: por 150 pesos podrás comer una taza de sopa del día, pasar a la amplísima barra de ensaladas, elegir un plato fuerte (a la promoción entran desde enfrijoladas, hasta chiles en nogada y camarones al mango), y tomar un café. ¡Es una ganga! Porque además les insisto, los platos se sirven de manera muy muy generosa.
Yo ayer pedí enchiladas con mole negro. Vienen tres enchiladas de queso cubiertas en un mole riquísimo, con lechuga, crema y más quesito para adornar, y aun lado un filete de carne (¡les digo que es abundante!), al que le puse salsa roja para comérmelo con mayor alegría. ¡Exquisito todo!
Mi mamá pidió su tradicional chile en nogada, ¡no los perdona! Y quiero decirles algo, me he dado a la tarea de probar chiles en nogada en muchos lugares diferentes, pero ningún local o restaurante de la ciudad prepara este manjar como se hace en Dainzú. ¡Háganse un favor y no se lo pierdan!
Por otra parte, mi hermana pidió unas picaditas con asiento: cuatro sopecitos con frijoles, queso, carnita adobada y aguacate que son perfectas para compartir o para cuando no tienes demasiada hambre.
Cerramos la comida (y casi fue motivo para desabotonarnos el pantalón), con una rebanada de flan de calabaza con un espejo de rompope y cada quien su café grande.
Nos despedimos de Pablo con un fuerte abrazo y con una última mirada al árbol de Navidad. Salí de ahí con fuerza renovada, con la sensación de que el día había mejorado y que estaba lista para terminar los pendientes y vencer todos los obstáculos que se sumaran a los contratiempos del día.
Como hace un año o más, los vuelvo a invitar a que visiten Dainzú, y a que lo hagan con frecuencia para que descubran más sabores no sólo de Oaxaca, sino del país. Además de comer delicioso, siempre encontrarán elementos distintos -aunque siempre súper artesanales y mexicanos- en su decoración, y sonrisas y alegrías de Pablo y su equipo de trabajo.
¡Buen provecho! ¡Disfruten su fin de semana!
¡Lee mi anterior reseña de Dainzú aquí!