Siento que mi vida ha girado infinitas veces en los últimos siete meses. Entre casarme, salirme de casa de mis papás, la luna de miel, mudarme a San Diego, regresar a Guadalajara y terminar viviendo en Panamá he bienvenido y también sufrido muchos cambios. Por eso hoy quiero tomarme un momento para platicar y compartir con ustedes algunos consejos -y hasta estrategias- que han hecho más fácil mi proceso de adaptación a los cambios radicales y a las nuevas culturas. Y no es que ya sea una experta en el tema, ¡para nada!, pero sí he aprendido un par de cosas que quiero repartir a quienes estén pasando o vayan a vivir las mismas experiencias. Y además -¿para qué me hago?- también me sirve para desahogarme un poco.
1. Lleguen a su nueva ciudad con la mente abierta – Reconozco que mi cabeza no siempre se inclina al lado positivo de la balanza y que cuando estoy sensible cada contratiempo (léase, no encontrar yogur light en el súper) parece una catástrofe terminal, pero tanto ir y venir me ha preparado para aterrizar con la cabeza ansiosa de nuevas experiencias y paisajes, más que de preguntas que sólo con el tiempo podré solucionar. Tomar el cambio como una oportunidad más que como un lastre ayuda a que el clima en lugar de húmedo y sofocante sea playero y a que las plantas vibrantes y tropicales te cautiven lo suficiente como para ni notar que aquí no hay suculentas.

Hermosísimo Balboa Park
2. Dense un mes – Cada ciudad tiene su ritmo, y no pueden esperar a que se calme y se tome un café en lo que ustedes se ponen al corriente y le agarran la onda. Créanme, yo sé que mudarse es un reto angustiante, pero nadie espera que en dos días sepas en dónde comprar la mejor fruta, dónde conseguir la gasolina más barata y qué empresa de telefonía debes contratar. También es normal que en sus primeras salidas tengan que dar más de una vuelta porque se pasaron la entrada, o que en ese lapso gasten (equipar un depa y llenar la despensa por primera vez es entretenido y, por supuesto, costoso), se desesperen, se frustren un poquito más. Sin embargo, conforme pasan los días, los caminos se tornan más familiares, las compras más rutinarias y, gracias a que ya tienes plan de datos en tu celular, sabes hasta a cuál lavandería te conviene llevar las camisas a planchar.

Viaducto en Panamá

Price Mart en Panamá

En San Diego, los Northgate Gonzalez tienen la mejor selección de productos mexicanos
3. Sean pacientes con el shock cultural – A todos nos pasa, y ni siquiera tenemos que mudarnos a Asia o África o un lugar realmente alejado de nuestro horizonte y panorama cultural. Si te mudas a un estado dentro del mismo país, si te mudas a tan sólo unos kilómetros de la frontera mexicana, si te mudas a un país latinoamericano… ¡el shock cultural estará ahí esperándote! Ni la comida, ni el clima, ni la gente y su trato, ni el idioma, ni los amigos (¡si es que los hay en la nueva ciudad!) serán los mismos y te tomará un rato acostumbrarte. Pero no te agobies, ¡mejor disfruta y aprende sobre esa nueva cultura que también tiene mucho que ofrecer. Con calma llegarás al punto en donde digas piscina y parqueadero en lugar de alberca y estacionamiento, y donde los cláxones (pitos) de los coches no te aturdan cuando dejaste a un peatón pasar. Seguro que habrá palabras o costumbres o comidas que nunca adoptes y quizá ni apruebes, pero te sorprenderás cuando descubras que te gusta más su sistema de transporte o su atención bancaria, y que el clima cálido significa piñas, cocos y papayas frescas y dulces todo el año, ¡qué se yo!

La “piscina” de nuestro edificio
4. ¡Anímense a preguntar! – Acéptenlo, aunque el Internet suele responder la mayoría de las preguntas básicas sobre un lugar (en Panamá por ejemplo, me encontré con un blog donde una mujer describió cada supermercado y sus pros y contras), preguntarle a un local dónde conseguir los mejores productos o qué restaurante prepara los mejores antojitos es la mejor opción. Es raro que alguien se niegue a ayudarte o a orientarte. A mí me encanta hablar con los taxistas o choferes de Uber cuando llego a un lugar nuevo. Generalmente te cuentan gustosos del país y te van aportando datos curiosos de los sitios y monumentos que pasas en tu camino.

Comiendo en el Mercado del Marisco en Panamá

Encontramos un lugar delicioso para comida Thai (Thai Garden) en Panamá
5. Inscríbete a un curso, únete a un equipo, busca un trabajo o actividad – No porque cambies de residencia quiere decir que tienes que dejar de hacer las cosas que más te gustan. Sí, quizá tuviste que dejar tu trabajo o tu club o tu equipo de corredores o tu taller de escritura, pero no dudes que en el resto del mundo también hay. Además, inscribirse a un curso o equipo o taller no es sólo una manera de darle continuidad a un gusto o pasión, sino una manera de enrolarte en la comunidad y de hacer amigos. Porque hacer nuevos amigos es difícil. Sobre todo si el resto de tu familia ya tiene un trabajo o un proyecto o una vida hecha, porque habrá momentos en los que te sientas sola y en necesidad de tener a una amiga con quien ir a platicar y tomarse un vinito, o alguien que te acompañe en tus distancias sabatinas.
Cuando llegué a San Diego, Odette de The Harmony Tribe, me acogió y sirvió de apoyo. Su primera invitación a tomarnos un Viennese Latté para luego ir a Corepower Yoga es un gesto que siempre atesoro y agradezco con el corazón.
Ahora en Panamá, voy por lo menos tres veces a la semana a Transcendence Yoga, de donde saqué a mis compañeras de Ashtanga con las que ya me voy de vez en vez a desayunar.
Claro, Ren es y siempre será mi acompañante favorito, pero es bonito ir ampliando el círculo de amigos y las invitaciones en lo que comienza como una austera agenda social.
6. ¡Recorre, conoce y disfruta! – Es muy fácil enfrascarse tanto en la mudanza, en equipar el nuevo hogar, en encontrar el súper más completo, la ferretería más cercana, la tienda más similar al Home Depot, que a veces se nos olvida darnos chance de recorrer y conocer la ciudad. Por eso, tómense un respiro y no desempaquen toda su ropa en cuanto lleguen, sino tomen un Uber a una zona bonita y salgan a caminar, a admirar la arquitectura, a tomarse una cerveza, a probar un platillo típico de la región. Por ejemplo, como René estaría en Suiza cuando yo llegara a Panamá, le pedí a mi mamá que viajara conmigo y me ayudara a instalarme. Y, ¿saben qué?, realmente el proceso de instalación, de abrir maletas y acomodar cazuelas no inició sino hasta dos o tres días después de nuestro arribo. ¿Qué hicimos al inicio? Recorrimos el Casco Viejo, tomamos jugos de maracuyá, conocimos el Canal y recorrimos el hermosísimo archipiélago de San Blas.
7. Sal de tu zona de confort – Esto es básico. Una vez que estás instalada, tu depa se vuelve tu hogar, tu lugar de descanso, de seguridad y comodidad. Y es muy fácil que todos los días regreses de trabajar a tu casa a pasar el tiempo con tu esposo (o familia o solo) viendo una película o serie, escuchando música o platicando. Y es un gran plan, pero no debe convertirse en el único. Si quieres realmente conocer gente y entablar amistad hay que salir del depa y aceptar las invitaciones de tus colegas a tomar una cerveza o, ¡mejor!, invitarlos tú. También puedes unirte a comunidades de extranjeros y expats en línea que organizan salidas a bares, catas, caminatas y otras actividades. Sé que suenan mega de flojera y que en el momento a seguramente preferirían ir a casa a seguir resolviendo casos con Dr. House, pero es una manera de encontrar personas en tu misma situación: en una ciudad nueva y en busca de una bolita de amigos.
8. Busquen actividades y viajes de fin de semana – Para conocer más su nueva ciudad y además para pasar fines de semana divertidos, ¡aprovechen y viajen y conozcan! Busquen un pueblito típico, un parque de diversiones, una playa… O inscríbanse a una carrera, a un curso de cocina; compren boletos para el teatro, ¡lo que sea! Verán como disfrutan cada salida y alimentan su espíritu de comida y mundo.

México vs. Chile en Qualcomm Stadium, San Diego
Sé que cada experiencia y cada país es diferente, pero estos son algunos de los tips que a mí me han ayudado en estos meses de tanto moverme. Claro que hay días en los que anhelo muchísimo mi Guadalajara, sus chiles rellenos y guayabas amarillas, mi casa con olor a lilys y mi familia desayunando en la cocina; días en los que me gustaría que mis amigas me invitaran a tomar una chela y un mezcal; días en los que extraño tener quién me saque de la cama para trotar 16 kilómetros y platicar; días en los que ni la vista al mar desde este piso 60 en el que escribo es suficiente para amainar mis ganas de oler los pinos verdes y mojados de Los Colomos en octubre… Pero es una nostalgia, una soledad, que también me permito disfrutar. El chiste es no atorarse, no dejar que la distancia los defina, no dudar en tomar el iPad y marcarle a su abuela, su prima, su amiga, su mamá cuando se sientan demasiado lejos o demasiado perdidos.
Les repito que yo no soy para nada experta, pero espero que estos consejos les hagan sus mudanzas y adaptaciones a nuevos hogares más fáciles y suavecitas. Y si ustedes han pasado por lo mismo y tienen algún consejo más, ¡por favor compártanlo! Sigo un poquito en el shock cultural y abierta a sugerencias, ja.