Savora, ¡un favorito tapatío!

savora1Como foodie que soy, siempre procuro estar atenta a las nuevas propuestas gastronómicas de la ciudad, así que suelo ir con los ojos bien abiertos cuando voy manejando o caminando por las calles, siempre a la caza de nuevos restaurantes, puestos, locales o food trucks. ¡Pero admitámoslo! Por más que nos encante probar sabores y conceptos distintos, todos tenemos nuestros lugares consentidos, a los que volvemos con frecuencia porque siempre cumplen con tus expectativas, te sirven tu comida como te gusta y te tratan con familiaridad y calidez. Así me pasa con Savora, lugar que visito desde que abrieron hace más de siete años.

savora2Ubicado en el corazón de Providencia (Terranova 1227, esquina con Florencia), Savora fue el pionero en pepitos de a ciudad. Antes de Savora ningún lugar armaba su propuesta alrededor de pepitos con cortes de calidad y a un precio justo. ¡Y fue un éxito rotundo desde el inicio! Siempre procurando la mejor calidad en sus carnes, otorgando opciones vegetarianas exquisitas y creando un ambiente relajado y familiar, Savora se ha vuelvo un consentido entre los tapatíos; tanto así que ya cuentan con otra ubicación más (López Cotilla 1886). ¿Por qué me gusta ir? ¡Fácil! Siempre que voy encuentro un plato que me guste; sé que me van a atender con amabilidad y frescura; el ambiente es casual y relajado, los meseros jóvenes, los pizarrones con gises de colores, las mesitas de madera, las cervezas artesanales, ¡comer tu pepito con las manos!, todo transmite esa vibra juvenil y tranquila perfecta para comer con calma cualquier día de la semana (¡sí, abre todos los días!).

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Al sentarte a la mesa y observar el pizarrón, aprovecha para pedir una cervecita artesanal o una copa de vino tinto o rosado para acompañar la comida que vendrá después. Pregunta también por el agua del día, yo ayer me tomé una de guayaba con fresa muy rica, pero también he probado las de maracuyá y naranja.

¿Qué comer? A mí todo me gusta mucho, pero lo que perdono ni una sola vez es mi empanada de queso con cebolla, ¡es mi empanada favorita de la ciudad! También puedes ordenar de elote o de carne, o si lo prefieres, una sopa del día (crema de zanahoria, de cebolla, de lentejas, de tomate), un queso provoleta con pimiento morrón y tomates asados, o una chistorra. O si estás cuidándote o prefieres algo más fresco y light, te recomiendo pedir la ensalada mixta, que es la clásica de la casa (con lechugas mixtas, jitomates frescos, cebolla y zanahoria); la ensalada griega o la capri (con queso mozzarella, tomate cherry, lechuga, albahaca y alcaparras).

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Lo siguiente que tienes que pedir es un pepito. Ahí sí ya depende del gusto de cada quien, pero te aconsejo que no dejes de probar el pepito de vacío con queso y aguacate, el pepito de rib-eye con queso (el favorito de René) y mi preferido: el pepito vegetariano. Ya saben que entre vegetales y carne, generalmente elijo las verduras, pero es que este realmente no tiene madre: con calabacitas y berenjenas asadas, queso de cabra, aguacate y cucharadas de salsa de tomate y unas gotitas de chimichurri… ¡no puedes dejarlo pasar! Te aseguro que aunque no seas un amante de los vegetales como yo, ¡te encantará!

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Otras opciones ricas son los pepitos de milanesa (de res y pollo), o el pepito de medallón de filete o arrachera, y si de plano no sabes por cuál decidirte, algunos vienen en versiones mini, para que te animes a pedir un par. Savora también cuenta en su menú con otros clásicos argentinos: choripanes, panchos (hot dogs), y los especiales de cuadril, que son también como un sándwich de carne con preparaciones diferentes (espinacas, blue cheese, cebollas caramelizadas, o provolone, tocino, arúgula y jitomate, entre otras). Ahora, que si más te brilla el ojito con un buen corte, te recomiendo pedir el vacío (300 gramos) o el bife de chorizo (400 gramos). Los cortes vienen acompañados de ensalada fresca y además los puedes complementar con un cucurucho de papas a la francesa.

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Y si de plano no tienes antojo de carne, los ravioles serán tu mejor opción: rellenos de espinaca y queso ricotta, los puedes ordenar con una salsa cuatro quesos, bolognesa,  pomodoro o rosa, ¡con cualquiera son deliciosos!

Espero que después de todo guarden espacio para el postre y el café (¡mi momento favorito de la comida!), porque preparan un americano sabroso y lleno de cuerpo y además del recomendable creme brulee y tradicional alfajor, en Savora tienen una nieve de Ferrero y otra de albahaca que a mí me encanta combinar y disfrutar.

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Así concluyo siempre mis comidas o cenas en Savora, sintiéndome repleta de comida rica, con el estómago en calma por mi cafecito y mi vino, y sin prisas de levantarme para ceder la mesa a alguien más. En Savora no te presionan, eso siempre es un plus, y si te toca hacer fila en lo que se desocupa alguna mesa (suele pasar) te ofrecen cervezas y otras bebidas en lo que esperas.

Si no han ido aún, realmente los invito a que visiten Savora, ¡no se van a arrepentir! Además de que comerán rico y en un lugar agradable, su comida llegará rápido y los tratarán con jovialidad y amabilidad. ¡Por algo se ha vuelto un favorito entre los tapatíos! Y prueba de ello es que tras años de servicio, Savora mantiene su popularidad, ¡cuántos restaurantes en Providencia no han ido y venido en los últimos años!

¿Cuál es su pepito favorito? ¿Qué otro lugar del estilo recomiendan?

Abrazos a todos,

M.

Boca del cielo, ¡rinconcito delicioso de la ciudad!

IMG_9036No sé si les pasa a ustedes, pero a mí, con el calor y con la excusa de que es época de Cuaresma, siempre se me antojan los mariscos. Y es que, ¿qué es más fresco que una tostadita de ceviche de pescado o un platón de aguachile verde, acompañadas de una cubeta de coronitas o una michelada bien preparada? Está difícil igualar tanta frescura y tantos sabores, ¿no? Por eso, creo que es momento de platicarles sobre un rinconcito que ha encantado a la ciudad.

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Boca del Cielo, en Morelos 1548 -justo en la esquina con Ramos Millán- abre sus puertas todos los días, y desde las 12 la marisquería está lista para servirte los mejores antojitos del mar de la zona. Además, el local abierto, pintado de blanco y azul, que pone el ambiente con música guapachosa, te remonta a la playa y destapa tus ganas de relajarte y tomarte unas bien frías con tus amigos.

Tu mantelito, una lámina con fotografías y descripciones de los platillos, es también el menú. Y puedes revisarlo mientras abres un paquete de tostadas o galletitas saladas y las usas como plato para probar las salsas verdes, rojas, martajadas, aderezos y ensaladas de col que te esperan en la mesa.

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El servicio es rápido y amable, por lo que en cuestión de minutos debería estar un joven tomándoles la orden y sirviendo bebidas. Las micheladas son famosas en este lugar, ya que, además de prepararlas con todas las salsas y la cerveza de su elección, las acompañan con camarones, pepinos, chilito y demás aditamentos. También pueden ordenar cervezas del Grupo Modelo o Cuauhtémoc, así como caguamas Carta Blanca, o cervezas artesanales o importadas, como Cupaca, Diógenes, Heineken, Tijuana y Minerva. Para los que no son tan cheleros, pueden pedir sangrías o vino por copa o bebidas preparadas sin alcohol, Boings, aguas de sabores o refrescos. Por ejemplo, yo el otro día probé una limonada de moras y ¡estaba deliciosa! Es una limonada con hojas de hierbabuena, frambuesas y zarzamoras flotando, ¡riquísima! Las bebidas las puedes pedir chicas o grandes, y eso ya dependerá de la sed y el antojo que tenga cada quién. Yo soy partidaria de pedirlas chicas así, si me quedo con sed, puedo pedir algo diferente.

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Pero entremos a lo más delicioso, ¡la comida! Más que platos de ceviche y aguachile, Boca del Cielo tiene la particularidad de que ofrece tacos y tostadas por pieza o por orden de tres. Hay taquitos blandos o doraditos a la plancha de pescado, camarón, chicharrón de pescado, marlín, pulpo al ajillo, salmón, tripita de calamar o machaca de mantarraya, y todos oscilan entre los $18 y $28 pesos. Yo les recomiendo los tacos de pulpo al ajillo y los gobernador, ¡son deliciosos, sin llegar a ser pesados o demasiado condimentados!

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Las tostadas también están sabrosas. Tengo dos favoritas: la de atún fresco, con láminas de atún montadas sobre aderezo de chipotle, con aguacate y ajonjolí negro; y la de ceviche de pescado del cielo, con trocitos de mango y manzana verde, espolvoreados de chile en polvo y sriracha. ¡No tienen madre! Claro, en Boca del Cielo también cuentan con las más clásicas, como las de aguachile y ceviche de camarón, y las de marlin.

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Si buscan consentir a su estómago con algo un poco más sustancioso, pueden ordenar cocteles o caldos de mariscos, camarones o filete de pescado empanizado, enchiladas de atún, empanadas de ostiones ahumados, tortas ahogadas, o ballenas: burritos rellenos de arroz y el marisco de su elección, bañados en salsa de la casa. Otros favoritos de la casa son las Mantarrayas: tortillas de maíz con queso doradito y el marisco a elegir; o las Tortugas: una tostada de mariscos con queso gratinado encima.

Lo que me encanta es que además tienes a tu disposición muchas salsas y aderezos para preparar tu comida a tu antojo, y que es fácil compartir los platillos con el resto de tus acompañantes y amigos. Ya saben que yo siempre los animo a que vayan y prueben todos los lugares y sus manjares con alguien más, así consiguen degustar más de un plato.

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Para terminar su comida con el estómago muy satisfecho, ordenen un pay de limón o maracuyá o unos plátanos flameados, y tómense un cafecito o un carajillo mientras disfrutan la sobremesa.

La verdad es que este restaurante no tiene pierde, es rico, bonito y de buen precio, perfecto para estas épocas de calores y para ir entrando en el mood de las vacaciones de Semana Santa. ¡Anímense a ir! Y como siempre, ¡compártanme sus experiencias! Las buenas y las malas, o todo lo que me quieran decir. ¡Les mando un abrazo a todos! ¡Sigan leyendo, comiendo, y recomendando!

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Oh La La Bistro: el verdadero sabor de la campiña francesa

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A veces, cuando voy a desayunar no siempre busco un plato abundante, que me deje sintiéndome como un balón que si se cae de la silla rodará hasta su carro y con trabajos podrá treparse y regresar a casa. A veces busco un desayuno que por su sencillez y calidad en ingredientes, me deje queriendo un poquito más.

Así me pasa cuando voy a Oh La La. Voy con la consciencia de que desayunaré un omelette o un baguette delicioso y que no podré evitar (por más dietas que lleve u objetivos que me proponga) comerme un pan hecho en casa. Y es que Oh La La es un bistro francés que comenzó sólo como panadería –ubicada en Sebastian Bach 5074-, así que puedo confiarles que la especialidad del lugar es el su pan. Para nuestra buena suerte, en avenida Terranova 608 ubicaron su segundo local, pero con este decidieron ampliar el concepto y montar un pequeño bistro donde puedes desayunar, tomar café, ir al brunch con tus amigas, o hasta comer algo rico por la tarde.

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El lugar es pequeñito y siempre hay fila de espera, pero vale la pena estar sentada en las banquitas de afuera durante 15 tediosos minutos, aunque ni tan fastidioso, ya que el borlote de las señoras tomando café o de las amigas abrazándose en su reencuentro siempre es entretenido. Además, puedes amainar la espera pidiendo un café en lo que te dan tu mesa. Una vez que entras y el mesero te dirige a tu lugar, alcanzas a ver de reojo la vitrina de cristal en donde almacenan -o mejor dicho, exhiben- toda la panadería. Si vas por primera vez, yo recomiendo que no dudes en acercarte para que puedas observar todas tus opciones con detenimiento; sino, puedes seguir al anfitrión hasta tu mesa y esperar a que te seduzca la canastita de croissants y bizcochos.

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Les comento que a diferencia de otras cafeterías, en Oh La La Bistro el café americano no es de refill. Como no lo hacen con cafetera, sino con máquina, cada café es recién hecho y todavía llega a tu mesa con la crema del grano caliente y espesa. Además de café negro, puedes pedir capuccino, espresso, latté, tés de distintos sabores, limonadas, refrescos, y cerveza y vino por la tarde. Pidan, entonces, su café, en lo que discuten con sus antojos si optarán por abrir su apetito con un croissant de nutella, un scone de frutos rojos, un pain au chocolat o un pan relleno de crema de almendra y chocolate. Y cuando ya tengan su cafecito y su pan en la mano, dispónganse a probar de un pedacito de la campiña francesa. Y díganme después si les miento cuando les aseguro que comieron uno de los mejores panes de la ciudad (claramente no busco que los comparen con unas conchitas o donas sumergidas con chocolate caliente, sino con la boulangerie francesa de tradición). Lo padre de Oh La La es que también puedes comprar tu pan y llevártelo a casa, ya sea los manjares dulces o los baguettes y demás panes salados que pueden aprovechar cuando quieren hacer cenitas o picnics con una masa más artesanal.

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La estancia continúa con un desayuno exquisito. Debo decir que los platillos no son abundantes, sino porciones justas y eso sí, preparadas con ingredientes de muy alta calidad. Y creo que este es sin duda un concepto fundamental en Oh La La, pocos platillos, sencillez en sus preparaciones, pero resultados frescos, deliciosos y donde cada sabor se distingue y sobresale.

En el acotado, pero deleitable menú encuentras fruta con yogur, omelettes, baguettes, sándwiches, y por la tarde, ensaladas, tartines, nuevamente baguettes y algunos platillos más elaborados como magrets de pollo y pescados.

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Pero volvamos a los desayunos: a mí me encanta pedir el omelette de champiñones a la francesa, los champiñones van cocinados con sal, ajo y aceite de oliva y van conmplementados con queso; todo va coronado con trocitos de tocino y como guarnición, una torrecita de berros y muchos tomatitos color piolín. Pero si los champiñones no son de su gusto, pueden pedir el omelette de pimientos, o el de mozzarella y albahaca, o el nacional, con jitomate, cebolla y chile verde. El sándwich de huevo al eneldo también es uno de los preferidos de los comensales.

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Los baguettes también son muy sabrosos (les recuerdo que el pan es artesanal y eso hace toda la diferencia) y el que no se pueden perder es el de higos, queso brie y mermelada de zarzamora, ¡es un pedacito de cielo! Para los carnívoros, el de carnes frías es ideal y para los que gustan de sabores más fuertes, está el bagnat de atún.

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Y aquí no se termina el festín, porque para terminarte la segunda taza de café y salir con el mejor sabor de boca, necesitan comerse otro panecito, o por lo menos la mitad (que la otra mitad la disfruten sus acompañantes). No se enojen conmigo por el atasque de carbohidratos al que los estoy encomendando, ¡realmente vale la pena! Y créanme que para que hasta a mí me valga, es porque verdaderamente son un manjar.

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¿Cómo ven? ¿Se animarán este fin de semana a probar un desayuno distinto? ¡Espero que sí! Y que cuando lo hagan me platiquen cómo les fue, qué desayunaron y qué les pareció. ¡Los quiero mucho! ¡Disfruten su fin de semana desde hoy!

¡Buenos días, Mazamitla!

mazamitla1Este fin de semana volví a Mazamitla después de mucho años. Fui con toda mi familia paterna: tíos, primos, abuela, mis padres y mi hermana, y no tienen idea de cuánto lo disfruté. Nos quedamos en Sierra Paraíso, en unas cabañas de madera, sin mayor lujo, pero por lo mismo con esa sensación de lo rústico y lo bonito. Hay algo sobre tomarse un par de días para ir a la montaña que te regresa la vitalidad. Yo siempre he sido mucho más de playa, pero cuando voy unos días a la sierra, regreso a la ciudad con el cuerpo y la mente muy descansados. Así que hoy les voy a platicar un poquito de mi experiencia por allá, para que luego ustedes se animen a darse una escapadita con sus amigos o familias, ¡vale la pena!

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Mazamitla está a una hora y 45 minutos de Guadalajara, en el corazón de la Sierra del Tigre, y la carretera es bastante segura, por lo que eso no debería ser un impedimento para visitar. Perfectamente puedes ir y venir en un día, aunque es mejor quedarse a dormir una o dos noches para realmente disfrutar lo que este Pueblo Mágico tiene que ofrecer.

Nosotros llegamos el viernes por la tarde. Dormimos en cabañas de dos cuartos, dos baños, una cocina, una salita con chimenea y un tapanco con dos camas matrimoniales. Yo dormí en el tapanco, lo cual es una ventaja, ya que se conserva mejor el calor allá arriba y, con una cobija gruesa y la chimenea prendida, duermes como bebé. Nos tocó un clima bastante agradable, con un promedio de 20 grados en el día y 16 grados en la noche, no hizo el frío que nos esperábamos. Después de instalarnos en nuestros cuartos, caminamos 15 minutos hacia el centro.

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Ya comenzaba a oscurecer y teníamos hambre así que nos metimos en uno de los restaurantes de los portales a cenar algo y tomarnos unos vinos. Comimos un guacamole, un queso fundido, rines de harina y cacahuates. Algunos tomaron tequila y mi mamá y yo nos tomamos una botella de Oveja Negra Cabernet-Syrah. Nos pusimos al corriente de nuestros aconteceres en el trabajo, los viajes, la escuela; nos reímos mucho y celebramos el cumpleaños de una de mis tías, ¡feliz cumpleaños, otra vez! El lugar estaba bastante solo, pero tampoco nos hizo falta más gente. A eso de las 21:30, con el frío y la barriga llena de comida, comenzó a rondarnos el sueño y el cansancio, así que pedimos la cuenta y emprendimos nuestra caminata a las cabañas. En una tiendita de abarrotes nos detuvimos a comprar leña, ocote y agua para el día siguiente.

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Me despertó el olor a café y envuelta como un tamal. Mi hermana me preguntó que si quería ir a correr con ella y le dije que no, imagínense lo a gusto que estaba metida entre las sábanas. Mi papá subió al tapanco y me abrazó un rato, mi mamá también subió y me dio un beso. Mi hermana sí se fue a correr. Tardé más de media hora en desamodorrarme y bajar por mi taza de café. Una vez que todos nos habíamos terminado de bañar y cambiar (recomiendo jeans y botitas) caminamos al centro, pero esta vez para desayunar. El camino empedrado tiene las subidas y bajadas suficientes para llegar al kiosko con el estómago y las tripas bien despiertas, pero se disfruta: todas las casitas blancas de adobe tienen macetas con cactáceas y flores en los balcones, y tendederos que agitan calzones rosas y brassieres amarillos.

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Nosotros ya sabíamos en dónde queríamos desayunar: un restaurante muy tradicional con los mejores chilaquiles y crema fresca del pueblo: Posada Mazamitla Restaurant. Con más de 70 años ofreciendo café de olla, quesito fresco y frijolitos recién hechos, Posada Mazamitla te recibirá con los brazos abiertos desde las 8:00 horas. Pedimos molletes de frijoles, huevos revueltos con chorizo y, mis favoritos, los chilaquiles. No sé exactamente con qué condimenten la salsa, pero queda sabrosísima. Yo casi me terminé una orden completa, pero creo que para la siguiente pediría sólo la mitad, ya que es abundante, además, así te queda espacio para comerte una conchita sopeada en chocolate caliente.

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Con el estómago contento salimos a caminar por el centro. En Mazamitla puedes hacer muchas cosas: ir a caminar al bosque y bajar a la cascada, montar a caballo, rentar cuatrimotos, ir al mercado de artesanías, ir a algún spa, y claro, seguir comiendo todas las delicias que el pueblito ofrece. Yo me metí a un par de tiendas de plantas a admirar las diferentes variedades de suculentas, ¡ya saben que las amo! De hecho, mi hermana me regaló unas hermosas que en Guadalajara son bastante difíciles de conseguir. Mi abuela compró unas muñecas Marías, mis primos cohetes y fuegos artificiales y luego todos fuimos al mercado a comprar lo que hacía falta para la comida.

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Regresamos a la cabaña y acomodamos las mesas y sillas en la terraza para la hora de la comida. Aprovechamos el día para asar arrachera y peinecillos, cebollitas, chorizos, nopales; preparamos frijoles de la olla, quesadillas, guacamole, vampiros y salsitas de molcajete. Además, mi papá abrió las botellas de tequila y vino tinto. Fue un festín, pusimos música, platicamos, nos reímos, tomamos y festejamos estar juntos y felices.

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Para bajar un poco la comilona y hacerle un huequito a la rebanadita de pastel, a eso de las 18:00 los primos nos fuimos a caminar. Caminamos hacia el bosque, por la entrada a Los Cazos. Fue una caminata corta, como de media hora, suficiente para ver la puesta de sol y volver a la cabaña antes de que anocheciera totalmente. Y sí, cuando llegamos partimos un pastel y cantamos Las Mañanitas a los próximos cumpleañeros. También ambientamos la terraza con cumbias, salsas y demás música y, como suele pasar cuando nos vemos, nos pusimos a bailar.

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Y como tanta comida no había sido suficiente, a las 21:30 prendimos la fogata y asamos un paquete de salchichas y bombones. Otra vez, dormí como bebé.

Quisimos aprovechar nuestra última mañana, así que el domingo nos despertamos y desayunamos quesadillas y taquitos de frijoles ahí en la cabaña. Cuando de niños visitábamos Mazamitla, no perdonábamos una ida a la cascada, así que, como el corazón nos latía con recuerdos, allá fuimos a dar. Puedes bajar a la cascada caminando o a caballo, y mi mamá, mi hermana y yo elegimos montar. ¿Cómo les explico que me tocó el caballo más acelerado del grupo? El Payaso, se llama y me tenía 20 metros adelante que los demás, no sólo por un trote ligero, sino por un galope cadencioso y rápido. El recorrido es hermoso: árboles y árboles, pajaritos cantando, el rumor del agua, las pezuñas de los equinos contra el empedrado. Te toma 35 minutos bajar a caballo, 40 caminando. Una vez abajo puedes admirar la cola de agua, mojarte los pies, observar la vegetación y los rayos del sol que se cuelan entre las hojas… El regreso estuvo increíble, me volví a trepar al caballo y, como sabía que ya se iría a casa, se aceleró como nunca y me llevó galopando hasta la cima. Yo no soy una persona demasiado intrépida, pero esta vez me solté y me dejé llevar. Claro que me asusté en algunos tramos de muchas piedras y desniveles, pero la sensación de perder un poco el control y permitirme un rush de adrenalina fue algo que me hacía mucha falta.

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No pueden irse de Mazamitla sin comprar recuerditos y cosas para sus casas. Las cajetas y jaleas son una especialidad en este pueblo, al igual que los dulces e azúcar quemada y mantequilla. También les insisto que se lleven crema y queso fresco, ¡no se van a arrepentir!

Yo me quedé con muchas ganas de dormir allá un par de noches más, volver a desayunar esos chilaquiles deliciosos, tomarme mi tiempo para tomar fotos en el bosque, convivir un rato más con mi familia y descansar. ¿Ustedes conocen Mazamitla? O, ¿hace cuánto tiempo que no van? Realmente los invito a que vayan y disfruten lo que este Pueblo Mágico tiene que ofrecer: su gastronomía, paisajes increíbles, actividades naturales, gente bonita y amable y, por supuesto, su tradición.

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Fiestas y altares por el Día de Muertos

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A pesar de lo que diga mi feed en Instagram, octubre no significa, para mí, miles de árboles de colores ocres y amarillos decorando mi ciudad, ni pilas de hojas crujientes en el suelo, ni las primeras oportunidades para usar bufandas y botas de la temporada. No. En Guadalajara, octubre significa que tus feeds de Instagram y Facebook se llenan de las fotos de tu amigos en fiestas de disfraces o conciertos de Juan Ga en el Palenque, que ya puedes ir a Starbucks a comprarte un pumpkin chai latté, que, si tienes un poquito de suerte, comenzarás a sacar tus suéteres ligeros del clóset; y lo que a mí me emociona más, que llegan los guiños del Día de Muertos a la ciudad.

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Por más emocionante que sea buscar un disfraz para la fiesta del viernes, que todos los supermercados te tienten con calabazas de plástico gigantes, que las tiendas las decoren con telarañas falsas y que no puedas cruzar la calle sin que la risa de una bruja mecánica te persiga, no creo que haya una celebración que durante este época anticipe más un mexicano que la de sentarse a la mesa con la familia y los amigos a compartir un pan de muerto calientito con chocolate caliente. ¡Vamos, esperamos todo un año para que podamos saborear este manjar!

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Que los mexicanos tenemos una relación especial con la muerte, es un hecho conocido alrededor del mundo. Comer calacas hechas de azúcar, comprar jueguetes de doctores y abogados hechos esqueletos, y lo más bonito: armar altares para honrar a nuestros muertos con ofrendas, papel picado, flores de cempazuchitl, y objetos que recuerdan a sus pasatiempos, platillos y vicios favoritos, suele parecer extraño para todos aquellos que no crecieron en nuestro país. México es surrealista por excelencia. Ya lo decía Dalí, tras su visita a nuestras tierras, que no quería volver jamás a un lugar que era más surrealista que sus pinturas, ¡ja!

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Mi hermana y yo tuvimos la fortuna de conocer y convivir con nuestros abuelos, abuelas y dos bisabuelas. Sin embargo, desafortunadamente, en los últimos cinco años hemos sufrido la pérdida de más de la mitad. No quiero sonar burda, ni faltar al respeto a ninguno, pero pareciera que se pusieron de acuerdo. A diferencia de muchos de mis amigos, a mí no me sacaron del salón en la primaria para avisarme que mi abuelita había muerto. No, Marifer y yo la libramos hasta hace cinco años, cuando mi Tito Poncho dijo adiós; hasta hace 18 meses, cuando mi Tito Pepe dijo adiós; hasta hace cuatro meses, que mi Tita Chata dijo adiós. Así que nos hemos visto sacudiendo la mano más de lo que nos gustaría, pero en el fondo tenemos el corazón contento, seguro de que nuestros muertos están, por estar muertos, más tranquilos.

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Marifer tiene un corazón gigante y por segundo año consecutivo decidió que debíamos sumarnos a la tradición mexicana por excelencia e instalar un altar en la casa. Y, para armar el altar, no hay mejor lugar para surtirse que en la tradicional Feria del Cartón del Parque Morelos. ¿Lo han visitado? Ubicada en el Centro Histórico de Guadalajara (Calzada Independencia esquina con Juan Manuel), la Feria cuenta con más de 150 puestos de pan de muerto, calaveritas de azúcar, juguetes, artesanías y papel picado, y se puede visitar a partir del segundo fin de semana de octubre desde las 10 de la mañana.

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¡Es una experiencia ir a la feria! Revives tu infancia, tienes un reencuentro con tu mexicaneidad. Además, no todos los puestos son de artesanía, algunos venden garnachas, pizzas, gorditas de nata recién hechas, dulces y cajetas… Yo recomiendo ir por la tarde cuando comienza a bajar el sol (y el calor) para añadir misticismo a la experiencia y para tener la nariz y la barriga ya dispuestas a provocar el antojo.

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Cabe mencionar que la Feria del Cartón, como todo lo demás en el país, se ha visto afectada por consecuencias de la globalización. Vaya, algunos vendedores han cambiado las muñecas de cartón por máscaras de Freddy Krueger, y los platitos y comiditas de barro, por arañas y murciélagos de plásticos fluorescentes. Pero al fin, los mexicanos ya no sólo usamos huaraches y sería injusto pedirles a los vendedores que sólo vendieran figurines que cada vez se ausentan más, que no creemos poder usar como disfraz.

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Realmente les recomiendo que visiten la feria, que revivan un poco la tradición mexicana, que se coman una gordita de nata calientita, que celebren con cariño y flores a sus muertos, que armen un altar. Yo tengo muchas ganas de visitar los recorridos que ofrece el Panteón de Mezquitán o el Panteón de Belén por las noches, ¿han ido? ¿Cuál me sugieren? Creo que sí estrechamos un vínculo con aquellos que nos han dejado cuando celebramos que vivieron, cuando los ofrendamos, cuando dejamos en el altar naranjitos, tequila y dominó para que bajen y por un rato convivan y jueguen en nuestras casas, tomen vino de nuestros vasos, se calienten los huesos con nuestras velas. Que la verdad, ahora que reflexiono, pienso que si celebramos tanto su muerte, si nos reímos de ella, si le hacemos fiesta, algo de festividad debe existir por allá también. Quizá mis titos no están tranquilos por allá, donde sea que sea ese lugar; quizá están juntos, echándose unas cubas, comiéndose unos taquitos de chicharrón prensado a media partida de dominó, riéndose de nuestra cara de solemnidad cuando vemos su fotografía sobre el último peldaño del altar, compartiendo por unos días su fiesta y alegría con nosotros.

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