Chez Chou Chou – maridaje perfecto entre lo francés y lo mexicano

Chezchch21Desde que visité Chez Chou Chou por primera vez, supe que se convertiría en uno de mis lugares predilectos. Sin antes probar la comida, ya estaba enamorada del lugar, que con sus repisas cubiertas de botellas de vino y sus escalinatas de libros y piso de mosaico, crea una atmósfera cálida y llena de detalle. Justo como sus alimentos.

Chez Chou Chou es un bistro que ofrece lo mejor de la gastronomía francesa y algunos destellos mexicanos. El día que visites cualquiera de sus dos ubicaciones (Pedro Moreno 1290, en la colonia Americana, y José María Vigil 2905, en la colonia Providencia) tendrás una experiencia culinaria de calidad, donde no sólo comerás delicioso, sino que, acompañado de un par de copas de vino rosado o tinto, encontrarás el lugar perfecto para ponerte al tanto con tus amigos o disfrutar una velada bonita con tu pareja.

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Para que disfruten de una experiencia aún más acogedora, recomiendo que vayan por la noche. Así, con las luces bajas, el lugar se vuelve más íntimo e invitante.

Primer tiempo

La decisión será difícil, aunque nunca errónea, ya que las nueve entradas del menú son deliciosas. He de confesarles que mi corazón suspira cuando lee “sopa de cebolla” y el tazón que sirven en Chez Chou Chou no es para menos. Hirviendo y llena de cuerpo, ordenarla será imprescindible para las almas clásicas. Si, por otra parte, quieres experimentar un poco más el maridaje cultural que el restaurante propone, elige los Panuchos de canard, sí, unos panuchos de pato confitado, con un toque de cebolla morada desflemada, perfectos para colocar al centro de la mesa y compartir.

Los escargots y los espárragos gratinados con jamón serrano también son deliciosos y perfectos para abrir el apetito.

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Segundos

Cuando visito restaurantes con propuestas y cocinas distintas a lo que en Guadalajara se suele comer (comida italiana, argentina y, por supuesto, mexicana) me exijo aventurarme  y evitar los platos seguros del menú. Por eso, aunque el vacío al grill con brochetas de verduras y papitas cambray pueda estar delicioso, procuro concentrar mi mirada en las opciones más auténticas y originales. El pato a la naranja con manzanas al horno sería una opción mucho más atinada, porque además de que está muy sabroso, la porción es generosa y viene presentado con pétalos de pensamiento, que decoran el plato con sencillez.

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Otra estrella de Chez Chou Chou son los Moules au Roquefort, un plato de mejillones en salsa de roquefort y vino blanco, acompañado con una guarnición de papas a la francesa con paprika. La salsa es cremosa y, aunque es fuerte, no cansa el paladar, sino que lo mantiene inquieto por el siguiente bocado. Además, el marisco está cocinado a la perfección, por lo que no hay más que sensaciones agradables al masticar.

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Si el estómago realmente exige carne ese día, las Cotes de porc o costillas de cerdo, o el rack de cordero en costra de parmesano y couscous serían las elecciones a contemplar. O si por el contrario, tienen corazón vegetariano, el Ratatouille –estofado de vegetales en su jugo, también con couscous- tampoco los decepcionará.

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Lo bonito de Chez Chou Chou es que todos los días tienen especiales, por lo que cada vez que los visites tendrás una opción creativa y diferente en el pizarrón. Pueden ser escalopas, salmón, u otras proteínas en distintas salsas y preparaciones.

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Postre

Al no tener los postres explícitos en el menú, en Chez Chou Chou deberás preguntar por el del día, que generalmente son varios. El crème brûlée tiene una chispa mexicana: va flameado con tequila y, si son fanáticos como yo de este postre, ¡pídanlo! Sin embargo, también tendrán la opción de ordenar tarte tatin, tarta de chocolate, profiteroles o alguna otra delicia que hayan preparado ese día.

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Para llevar

Justo afuera del local en la colonia Providencia, Chez Chou Chou instaló una boutique donde puedes comprar postres y confitería (tartas, macarons) y productos de pato, foies, entre otras cosas.

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Siempre que visito cualquiera de sus dos restaurantes salgo llena de satisfacción y regocijo. Y los invito a que ustedes tengan la misma experiencia -¡o hasta mejor!- con ellos. Ya es fin de semana, aprovechen para ir y conocer, sólo procuren llegar temprano, los lugares son pequeños y siempre hay comensales ansiosos por entrar.

M.

Dirección:
Col. Americana, Pedro Moreno #1290 Tel. 38250218
Col. Providencia, José Maria Vigil #2905 Tel. 36403175

Horarios:
Martes a Sabado 2 PM a 11:30 PM
Domingo 1:00 PM a 5:30 PM

http://www.chez-chouchou.mx/

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Chez Nené – tradicional sabor y cariño francés

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Un poquito de historia

Cuando hablamos de comida francesa, muchas personas suelen creer el injusto estereotipo de que su cocina y sus maneras son pretenciosas e inalcanzables. Pero no siempre es verdad. La gastronomía francesa, al igual que la mexicana, la italiana o la japonesa, tiene sus distintas variantes, sabores y maneras de preparación. No voy a negar que al provenir de un país en un continente lejano los ingredientes pueden resultar inusuales y extraños, pero eso no significa que sus platillos no están hechos con el mismo amor y cariño con los que una abuela mexicana prepara gorditas o un lomo en salsa.

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Así lo relata el chef Gérard, que al visitar su restaurante tuve la suerte de que se sentara en mi mesa y me narrara que su gusto por la cocina lo heredó de su madre. Me platicó que nació en Algeria y que cuando estalló la guerra él y su familia regresaron a Francia, donde su padre abrió un hotel y su madre se encargaba de la cocina. Así comenzó él a desarrollar su pasión y cariño por la gastronomía, en la cocina y en los brazos de su mamá. Ya más grande, Gérard viajó a Estados Unidos a estudiar y trabajar, donde conoció a la que sería su esposa, Nené. Se hicieron novios y cerca de la playa vivieron unos años de vida libre y sin lujos, “muy hippie”, me dijo riéndose. Fue hasta que viajaron a Guadalajara para la boda de un familiar, que su suegro, el padre de Nené, insistió en que se quedaran y en que entrara al negocio de la venta de cocinas. “Acepté y me fue muy bien, la verdad”, comentó con su acento francés prominente.

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En los años siguientes, Gérard puso un establecimiento de comidas corridas, que después de un rato lo enfadó, puesto que no hacía preparaciones creativas ni fieles a sus raíces. Luego, abrió un pequeño restaurante francés, pero no fue sino hasta 1999 que Chez Nené abrió sus puertas, el lugar donde Gérard logró -y logra- destapar su creatividad y amor por la cocina. “Hay dos tipos de comida”, me enseña con seriedad y alegría, “hay comida para alimentarse y hay comida para el placer. El segundo tipo de comida no todas las personas la conocen, pero aquí en Chez Nené es lo que hacemos, comida para el placer”, asegura mientras parpadea sus ojos azules.

Sobre Chez Nené

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¡Y qué mayor motivación necesitan para ir a visitar este restaurante tan querido entre los tapatíos! ¡Qué satisfacción, qué bonito que te digan que ahí son vendedores de placer! Y a mí no me quedó ningunda duda con mi experiencia, pues desde que entras al local comienzas a empaparte del amor que hay en esa cocina. Ubicado en avenida Juan Palomar y Arias #426, en la colonia Vallarta Universidad, Chez Nené espera con la mesa puesta y el corazón abierto. Entrar a Chez Nené es como entrar a casa de tu mamá o de una tía muy querida, que por alguna extraña razón vive en la campiña francesa: hay mesas de todos los tamaños, cada una con un mantel distinto (de cerezas o flores o pájaros) y sillas de colores diferentes; en el recibidor, se sienta un refrigerador lleno de licores, quesos y mermeladas hechos en casa; las paredes están cubiertas de cuadros y pinturas que a lo largo de los años han ido coleccionando; una chimenea adorna y suma a la sensación de calidez; al fondo, el agua borbotea de una fuente que alegra la tarde; en el patio amarillo, un pequeño jardín de cactáceas y helechos adorna y da frescura al aire. Te sientes acogido, querido, invitado a esta casita que te ofrecerá lo más delicioso de comer o cenar. Además, en la noche el ambiente se vuelve aún más acogedor y romántico.

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El menú

Invité a mi mamá a comer y, luego de estacionarnos e ingresar al local, elegimos sentarnos en una mesita cerca del balcón. No pasaron dos minutos y Laura, una de las chefs ya nos recibía y nos ofrecía una bebida mientras nos acercaba el pizarrrón con el menú escrito. Sí, no hay cartas impresas, y se debe a que todos los días la oferta gastronómica del restaurante cambia. Aunque hay platillos clásicos que son fijos en el menú, como los escargots, la hamburguesa y el filete de res a la pimienta, las especialidades varían dependiendo a lo que el chef Gérard encuentre fresco y sabroso en el mercado y el rancho esa mañana: un conejo, un pato, ¡quizá hasta un jabalí!

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Mientras ordenábamos agua con hielos y un par de copas de cabernet sauvignon, Laura volvió a nuestra mesa con panecito calientito, queso curado con especias y una barrita de mantequilla para untar, suficiente para abrir nuestro apetito y comenzar con la experiencia de una comida francesa hecha en casa. Leímos con detenimiento el menú y escuchamos atentos al mesero que nos explicó amablemente cada uno de los platillos. Ese día, el chef Gérard Faure, optó por preparar como entradas: escargots al vino blanco, espárragos a la vinagreta, mousaka griega, ceviche francés, calabazas al gratin, y steak tartar. Además, había elaborado una sopa de pescado a la marsellesa, varias ensaladas muy frescas y la tradicional sopa de cebolla.

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Volvió Laura con nuestros vinos y ya con la boca salivando ordenamos los primeros tiempos: los escargots y la sopa de cebolla. Al ser preparaciones francesas muy típicas, mis expectativas eran muy altas, y les admito que me sorprendieron, ¡sobre todo los caracoles! Yo no había probado en Guadalajara unos escargots mejor cocinados y sazonados que los que comí en Chez Nené: con la mantequilla derretida, el ajo muy granulado y doradito, y el caracol en su punto. Monté cada uno sobre pan y los bañé con la mantequilla al vino blanco y especias, para después llevármelos a la boca. ¡Un manjar!

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Antes de terminar con nuestras entradas, y para dar el tiempo suficiente a la preparación de calidad de los platos fuertes, pedimos al mesero nuestra comida. Todas las opciones en la pizarra me hacían ojitos, pero tuve que optar por sólo una, ya me habían advertido que los platos eran abundantes. Sándwich de roast beef y mayonesa; lonja de mero al gusto; camarones a la crema y al vino blanco; hermosos langostinos al ajillo; confit de pato con salsa de frutos rojos; pierna de gallo a la portuguesa; coq au vin Lyonnais, lomo de cordero sobre polenta; rack de jabalí, ¡casi me fue imposible elegir! Sin embargo, seguí mi instinto y las sugerencias de nuestro mesero (¡quién sabe hasta cuando durarán el pato y los langostinos en el menú!): ordené el confit de pato con salsa de frutos rojos y, ¡qué bruto! ¡Estaba exquisito! La pierna, todavía con su piel doradita, estaba bañada en una salsa agridulce y espolvoreada con frambuesas, fresas y moras azules. A un lado, unas papitas con edamame y un jitomate al horno, ¡una combinación de sabores perfecta que no puedo esperar repetir!

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Por otro lado, mi mamá pidió los langostinos: tres langostinos enormes abiertos en mariposa, bien enmantequillados y con un adobo suave, pero sustancioso, literal, ¡para chuparte los dedos! De hecho el chef Gérard ya se había sentado a la mesa con nosotros y le insistía: “¡señora, use los dedos! ¡Que no le importe si la gente la voltea a ver! ¡Aquí se come con y por placer!”.

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Tras empecinarse unos instantes, aceptamos que el chef se levantara de nuestra mesa a prepararnos un postre. “Es una sorpresa”, nos dijo. Así que esperamos pacientemente (reitero que es cocina slow food, ya que todos los platillos son preparados al momento) a que nos ofreciera su creación. ¡Valió totalmente la pena! Gérard nos sirvió un panecito dulce bañado en jarabe de naranja y caramelo, sobre un espejo de crema inglesa, queso de cabra, nieve de vainilla y almendras ralladas. Si ustedes prefieren elegir su postre, el menú es amplio y tradicional: crème brûlée, fresas jubilee, crepas, pays y tártaras.

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Además de la comida, la plática con chef Gérard también fue deliciosa: nos platicó sobre sus hijos y sus perros (sus dos grandes amores); sobre los periódicos y cartas que lee y escribe; sobre cómo se naturalizó como mexicano junto con el chef y dueño del Pierrot; nos confesó que le encanta comer tacos de sahuayo, que prepara un menudo muy sabroso, y que lo hace feliz preparar comida para sus comensales, tanto así que ofrece el servicio de ir a tu domicilio y cocinar para tus eventos especiales. También me señaló realidades que todavía me tienen en una profunda reflexión: “a México le hace falta que lo quieran. Los mexicanos tienen que querer más a su país. Yo soy mexicano y digo que tenemos que quererlo más; si realmente lo quisiéramos, podríamos levantarlo en pocos años”. Y creo que es verdad. Nuestro país necesita amor, y una manera de demostrarlo es apoyando los proyectos locales, los proyectos de quienes lo quieren vivo, seguro y abundante.

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Mi visita a Chez Nené es un ejemplo perfecto de por qué escribo y dedico mi tiempo a Ojos Mexicanos. Por eso, realmente los invito a que visiten este restaurancito francés y no sólo coman delicioso, sino que se sientan en casa, en confianza, y en un pedacito que añora a un México seguro, próspero y lleno de amor. Y para asegurarme de que por lo menos algunos de ustedes vayan, ¡les tengo una sorpresa padrísima! Voy a regalar cortesías dobles para una comida/cena parisina en Chez Nené a las tres personas que completen la siguiente dinámica:

1. Sigue a Chez Nené en Instagram (@cheznene).

2. Sígueme en Facebook, encuentra este post y responde a quién te gustaría invitar a Chez Nené y por qué. Una vez que hayas respondido comparte el post en tu muro y en el de un amigo.

3. Anunciaré a los ganadores en la noche, ¡elegiré a las mejores respuestas!

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Oh La La Bistro: el verdadero sabor de la campiña francesa

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A veces, cuando voy a desayunar no siempre busco un plato abundante, que me deje sintiéndome como un balón que si se cae de la silla rodará hasta su carro y con trabajos podrá treparse y regresar a casa. A veces busco un desayuno que por su sencillez y calidad en ingredientes, me deje queriendo un poquito más.

Así me pasa cuando voy a Oh La La. Voy con la consciencia de que desayunaré un omelette o un baguette delicioso y que no podré evitar (por más dietas que lleve u objetivos que me proponga) comerme un pan hecho en casa. Y es que Oh La La es un bistro francés que comenzó sólo como panadería –ubicada en Sebastian Bach 5074-, así que puedo confiarles que la especialidad del lugar es el su pan. Para nuestra buena suerte, en avenida Terranova 608 ubicaron su segundo local, pero con este decidieron ampliar el concepto y montar un pequeño bistro donde puedes desayunar, tomar café, ir al brunch con tus amigas, o hasta comer algo rico por la tarde.

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El lugar es pequeñito y siempre hay fila de espera, pero vale la pena estar sentada en las banquitas de afuera durante 15 tediosos minutos, aunque ni tan fastidioso, ya que el borlote de las señoras tomando café o de las amigas abrazándose en su reencuentro siempre es entretenido. Además, puedes amainar la espera pidiendo un café en lo que te dan tu mesa. Una vez que entras y el mesero te dirige a tu lugar, alcanzas a ver de reojo la vitrina de cristal en donde almacenan -o mejor dicho, exhiben- toda la panadería. Si vas por primera vez, yo recomiendo que no dudes en acercarte para que puedas observar todas tus opciones con detenimiento; sino, puedes seguir al anfitrión hasta tu mesa y esperar a que te seduzca la canastita de croissants y bizcochos.

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Les comento que a diferencia de otras cafeterías, en Oh La La Bistro el café americano no es de refill. Como no lo hacen con cafetera, sino con máquina, cada café es recién hecho y todavía llega a tu mesa con la crema del grano caliente y espesa. Además de café negro, puedes pedir capuccino, espresso, latté, tés de distintos sabores, limonadas, refrescos, y cerveza y vino por la tarde. Pidan, entonces, su café, en lo que discuten con sus antojos si optarán por abrir su apetito con un croissant de nutella, un scone de frutos rojos, un pain au chocolat o un pan relleno de crema de almendra y chocolate. Y cuando ya tengan su cafecito y su pan en la mano, dispónganse a probar de un pedacito de la campiña francesa. Y díganme después si les miento cuando les aseguro que comieron uno de los mejores panes de la ciudad (claramente no busco que los comparen con unas conchitas o donas sumergidas con chocolate caliente, sino con la boulangerie francesa de tradición). Lo padre de Oh La La es que también puedes comprar tu pan y llevártelo a casa, ya sea los manjares dulces o los baguettes y demás panes salados que pueden aprovechar cuando quieren hacer cenitas o picnics con una masa más artesanal.

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La estancia continúa con un desayuno exquisito. Debo decir que los platillos no son abundantes, sino porciones justas y eso sí, preparadas con ingredientes de muy alta calidad. Y creo que este es sin duda un concepto fundamental en Oh La La, pocos platillos, sencillez en sus preparaciones, pero resultados frescos, deliciosos y donde cada sabor se distingue y sobresale.

En el acotado, pero deleitable menú encuentras fruta con yogur, omelettes, baguettes, sándwiches, y por la tarde, ensaladas, tartines, nuevamente baguettes y algunos platillos más elaborados como magrets de pollo y pescados.

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Pero volvamos a los desayunos: a mí me encanta pedir el omelette de champiñones a la francesa, los champiñones van cocinados con sal, ajo y aceite de oliva y van conmplementados con queso; todo va coronado con trocitos de tocino y como guarnición, una torrecita de berros y muchos tomatitos color piolín. Pero si los champiñones no son de su gusto, pueden pedir el omelette de pimientos, o el de mozzarella y albahaca, o el nacional, con jitomate, cebolla y chile verde. El sándwich de huevo al eneldo también es uno de los preferidos de los comensales.

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Los baguettes también son muy sabrosos (les recuerdo que el pan es artesanal y eso hace toda la diferencia) y el que no se pueden perder es el de higos, queso brie y mermelada de zarzamora, ¡es un pedacito de cielo! Para los carnívoros, el de carnes frías es ideal y para los que gustan de sabores más fuertes, está el bagnat de atún.

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Y aquí no se termina el festín, porque para terminarte la segunda taza de café y salir con el mejor sabor de boca, necesitan comerse otro panecito, o por lo menos la mitad (que la otra mitad la disfruten sus acompañantes). No se enojen conmigo por el atasque de carbohidratos al que los estoy encomendando, ¡realmente vale la pena! Y créanme que para que hasta a mí me valga, es porque verdaderamente son un manjar.

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¿Cómo ven? ¿Se animarán este fin de semana a probar un desayuno distinto? ¡Espero que sí! Y que cuando lo hagan me platiquen cómo les fue, qué desayunaron y qué les pareció. ¡Los quiero mucho! ¡Disfruten su fin de semana desde hoy!