Weekend getaway a San Miguel de Allende

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La última vez que visité San Miguel de Allende, Guanajuato, no podía ni entrar a un bar. Sí, los más de diez años sin recorrer sus callecitas empedradas ni chacharear canastas de flores secas en la Plaza Principal, ya reclamaban una visita. Así que le insistí a René que merecíamos un descanso del estrés que los últimos días nos había sofocado, hicimos las maletas y nos fuimos.

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El paseo nos duró cuatro días: de viernes a lunes. Y aunque creíamos que serían suficientes, descubrimos que la propuesta cultural y gastronómica de San Miguel alcanza para mucho más. Como reservamos nuestro hotel de un día para otro, no conseguimos llegar a Casa de Liz. En su lugar escogimos uno más modesto, pero muy limpio llamado Casa de las Conservas. En el Bed & Breakfast producen sus propias salsas, mermeladas y pan, por lo que al llegar a hacer nuestro check in, las ráfagas de mantequilla y canela nos dedicaron un baile de bienvenida.

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Luego de instalarnos en nuestro cuarto, salimos en búsqueda del Tío Lucas, un restaurante que un tío muy querido, que ya lleva años y años viviendo en Celaya, Guanajuato, con mucha emoción nos recomendó. El lugar me sorprendió: la fachada, muy pintoresca, tiene en la parte superior una fila de macetas de diferentes formas y tamaños con sus plantas verdes y rebosantes. Una vez adentro, se revela un patio muy fresco y alegre, con una concha en una esquina donde un trío desafina plácidamente un “Si nos dejan”.

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Para brindar por nuestra escapada romántica, pido un Merlot y Ren una Corona. Al centro, un queso fundido con chorizo. Echamos un vistazo al menú, los precios son un poco altos, pero no exagerados y estamos decididos a disfrutar. El queso, con tortillas recién hechecitas, es vasto y delicioso, así que de plato fuerte me limité a ordenar una sopa de tortilla, ¡de verdad exquisitísima! El Panzón sí pidió su Tampiqueña que, como debe ser, incluye un par de enchiladas, arroz, frijoles y guacamole con totopos. Terminamos realmente satisfechos y con un soponcio que de plano nos mandó a dormir temprano, no sin antes entrar a un par de boutiques a admirar la ropa hecha a mano con bordados indígenas, pero cortes modernos.

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Nos levantamos al día siguiente y desayunamos en el hotel. Los vasos de fruta con yogur y los huevos rancheros nos revivieron los ojos y ánimos para explorar durante todo el día. Nuestra primera parada fue el Centro Cultural Ignacio Ramírez El Nigromante. El recinto es parte del Instituto Nacional de Bellas Artes y fue construido inicialmente (1755 inició) como un convento. Y después de ser convento, colegio para señoritas, cuartel de la Revolución y escuela de Bellas Artes, terminó en la ruina y fue entregado al INBA. Como centro cultural se inauguró hasta 1962. Tanta historia se filtra de sus arcos, patios y escalinatas; de sus paredes que albergan lo más reconocido de la escena artística de la región; de sus murales de Siqueiros y Pedro Martínez. ¡Vale mucho la pena entrar y además es gratuito!

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Conocimos después la Iglesia de la Purísima Concepción y luego caminamos hasta Jardín Allende (el parque principal), donde sin faltan seguían vendiendo, como desde hace diez años, adornos de flores secas, globos, dulces, helados y frituras.

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En nuestro recorrido por las callecitas de colores encontramos una boutique/galería enfocada a cosas de interiorismo y hogar. Con un patio iluminado y enriquecido por una pared de agua, llamó mi atención y me insistió a ingresar. Ya adentro me enamoré de una silla tejida de mimbre, como una silla Acapulco, aunque con un twist. Obviamente, el precio y nuestro cambiante paradero impedía que hiciera algo más que admirarla, así que después de ilusionarme un rato y jugar a la casita, salimos y mejor nos dirigimos a encontrar otro lugar que curiosear.

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Dimos con Nudo, una galería que exponía grabados de los famosos papalotes de Francisco Toledo; avistamos tienditas con floreros y vajillas enteras con puntos coloreados; consideramos comprar macetas y jarrones en Trinitate; y seguimos a dos muñecotes de papel maché y a un par de novios que salían de la Parroquia de San Miguel Arcángel, antes de concluir que teníamos hambre y que La Parada era la siguiente parada en nuestro itinerario.

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Con la caminata y el calorcito, los ceviches y tiraditos de La Parada (restaurante de cocina peruana) se nos antojaban más que otra cosa. El lugar, como casi todos en este pueblo Patrimonio de la Humanidad, se mantenía fresco, ligero y lleno de buena vibra. Con un pizco sour y una copa de vino blanco bien, elegimos porciones minis de cada ceviche y tiradito para no quedarnos con las ganas. Además, un Arroz Afrodisiaco, con camarones, calamar y otros mariscos completó nuestra comida. Nos habíamos sentado en la barra (¡el lugar estaba atascado!), pero resultó un acierto, pues platicamos con un par de americanos jubilados que nos recomendaron un lugar para que desayunáramos al día siguiente, y además quedamos a la pasada de la gente que entraba y salía, y entre dicho tumulto dimos con JP Partida y Luis Lozano, ¡súper buenos amigos y mejores wedding planners del mundo!

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Tomar un descanso y lavarnos los dientes y la cara requirió que regresáramos al hotel. Pero una vez cambiados y refrescados, salimos directito al rooftop Luna del Rosewood Hotel a tomar unos drinks y encontrarnos nuevamente con Juan Pablo y Luis. ¡La vista es espectacular y los tragos con mezcal pronto comenzaron a hacer su efecto! En lo que menos pensábamos, ya todos nos estábamos moviendo nuevamente por las calles mágicas de San Miguel y hasta El Pescau, donde siguieron fluyendo los tequilas y también (por razones de salud), los tacos.

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Terminamos la noche en La 21Única, una cantina que nos vio cantar rancheras y banda y que además nos mantuvo intactos durante la lluvia que acaecía afuera.

No les voy a mentir y confesaré que amanecía al día siguiente con una de las peores crudas que he tenido la desfortuna de vivir. Como pudimos, logramos arrastrarnos hasta Café MuRO, aquél que nos habían recomendado en La Parada. ¡Fue un éxito! Acompañamos el café calientito con un pan casero, mermelada y una salsita picante y necesaria. Ren pidió unos chilaquiles rojos muy muy muy sabrosos y yo unos huevos divorciados con guarnición de chilaquiles en salsa de chile pasilla. El servicio además fue muy atento y amable y quedamos encantados y dispuestos a volver.

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El resto de nuestro día transcurrió en más galerías y tiendas, en saborear una nieve de garrafa de fresa y dulce de leche, en entrar a la famosísima e igualmente hermosa Parroquia y en callejonear hasta que llegó la hora de cenar. ¡Y guardamos lo mejor para el final!

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En el Hotel Matilda, Enrique Olvera tiene una de sus joyas: Moxi. Ya en sí el hotel es grandioso: moderno, acogedor, de verdad un sello de diseño y vanguardia en San Miguel que vale la pena conocer. El restaurante está en la terraza del hotel, con vista a un mural que arropa la alberca y a los huéspedes que suben relajados después de una aromaterapia en el SPA. ¡La comida fue exquisita! Pedimos de entradas un tamal de frijol con crema de rancho y ceniza de cebolla, y un fetuccini con tomates cherry, aceite de anchoa, chile de árbol y queso parmesano del cual nada más no me podía saciar. De platos fuertes: un lechón confitado, con rábanos y berros y tortillitas recién hechas, y un New York con chichilo y calabacitas orgánicas. ¡Delicioso! Y de postre: un pay de limón con crumble de cacahuate, helado de yogur y merengue de cítricos que de verdad estuvo espectacular. Sin duda Moxi hace honor a su nombre (significa “antojo” en Otomí) y nos deja babeando y alucinando con el día en que regresemos.

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Así terminamos nuestra escapada a San Miguel de Allende, con la barriga feliz y nuestra mente despejada.  O por lo menos eso creíamos. Porque en nuestro regreso a Guadalajara nos encontramos con una sorpresa: cerca de La Piedad, ¡un campo de girasoles a todo florear! ¡Enloquecí! ¡Paramos el carro en el acotamiento de la carretera y corrimos a ellos a admirarlos, olerlos y tomar fotos. Y ese sí fue el verdadero y hermoso final de nuestro recorrido.

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Punto y coma: guiño de Sonora en la ciudad

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Cuando escuchamos “restaurante de mariscos”, ¿qué es lo primero que viene a la mente? ¿Tostadas de ceviche? ¿Aguachile? ¿Coronitas? Pareciera que estamos acostumbrados a catalogar todos los establecimientos de mar en estos platillos típicos y nos olvidamos de que la creatividad humana ha hecho aún más variada y extensa la profundidad de los océanos.

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Ayer, Punto y Coma, en avenida Providencia 2889, me refrescó el paladar. Con una carta extensísima, donde el ceviche y el aguachile no son los protagonistas, disfruté una comida fuera de lo que cualquiera de los más de 50 restaurantes de tan cotizada calle podría otorgar. Y es que aquí, los mariscos son más estilo sonorense, que siempre suelen estar acompañados de un guiño oriental.

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Además, me sorprendió lo agradable del lugar: con paredes grises con guiños náuticos, mesas de madera, arena y conchas debajo de la escalera y una barra llena de licores y botellas, el ambiente está puesto para una tarde de satisfacción.

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El personal fue extremadamente atento, no teníamos dos minutos sentados cuando ya nos ofrecían (fui con mis padres) una bebida y algo para picar. Sin embargo, la carta es tan amplia que sí tuvimos que tomarnos varios minutos para elegir los primeros platos. A sugerencia de una de las meseras, comenzamos con una torre de atún, camarón y guacamole, y a sugerencia de uno de los socios, ordenamos también una docena de ostiones variados para cucar un poco la boca.

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La verdad me sorprendió el oyster bar de Punto y coma, y entre más de 15 preparaciones distintas, escogimos cuatro: Renata (frescos con un toque de aceite de oliva y un gajo de toronja), Alba (con una salsa especial y un toque de miel, ¡me fascinaron!), Asturias (fritos, con salsa tártara y hueva de pescado) y Premiere (con callo de hacha y camarón crudo, clamato, cebolla y chile verde). Otra opción fresca es pedir balazos: shots de ostión con distintas salsas y sabores, ¡muy sabrosos!

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Una vez que devoramos nuestras entradas al centro, continuamos con antojitos y platos fuertes. Confieso que fue difícil elegir, porque el menú es tan amplio y tiene propuestas tan diferentes a la de una marisquería tradicional, ¡que todo se me antojaba! Las tostadas con callo, camarón y pulpo, los taquitos volteados de camarón con queso añejo encostrado y salsas cítricas y japonesas, los chiles güeros rellenos de mariscos, los filetes de robalo con sabores agridulces… Finalmente yo pedí una tostada de salmón y cebolla frita, y es que ahorita la tostada de atún la encuentras en tostadas parte, pero de salmón, no me había tocado por lo menos a mí. Llegó muy abundante, con un salmón deliciosamente sazonado y de textura suave, un acierto sin duda, porque además el aguacate y el tajín resaltaban aún más los sabores.

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En la mesa también desfilaron un taquito de Pulpo Mandilón (con pulpo tierno, tortilla de maíz, queso gratinado, ajillo y cebolla caramelizada), un filete de pescado Península (una lonja de dorado sobre una cama de papas fileteadas y doradas, y adornada con chile guajillo), y, bajo insistencia del mesero, una pork chop al durazno (un rib eye de puerco con una salsita agridulce, sobre un puré de papa que no tenía madre).

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Comimos los tres muy a gusto, la verdad: todos los platos fueron vastos, las cervezas llegaron heladas y nos hicieron sentir súper bien atendidos y bienvenidos. El lugar es relativamente nuevo y tiene una ubicación inmejorable en la avenida Providencia, así que no hay excusas para no darse una vuelta para probar y conocer. Además, para mí fue un plus sentarme en una mesa en la planta alta, porque tenía una vista diferente y muy linda de esa avenida que con tanta frecuencia recorro.

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Ya para terminar la tarde, no podía faltar el postre y el café. Yo pedí mi americano y cuando vi la bandeja llena pasteles y coyotas, no pude resistirme al de chocolate, que más parecía pudín que pay y que es algo positivo porque a mí me encanta el pudín, ¡jaja!

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Ahora que el calor comienza a aletargarnos a todos en Guadalajara, los mariscos son una opción perfecta para combatirlo y mantenernos frescos, hidratados y de buen humor. Así que aprovecha este fin de semana y descubre un tu platillo favorito de Punto y Coma, tómate unas chelas con tus amigos, un carajillo con tus amigas, o hasta una piña colada con tu mamá. Estoy segura de que vas a pasar un buen rato.

Los Laureles: lonches de pastor, taquitos de cochinita y mulitas llenas de crema

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A veces, entre tantas nuevas propuestas gastronómicas, se me olvida platicarles sobre los lugares que desde hace años y años se han ganado mi corazón. Y no hablo de restaurantes de alcurnia que siempre continúan vigentes, sino de los restaurantes que con comida casera o sencilla, pero increíblemente deliciosa, se han convertido en mis consentidos.

Y Los Laureles es el ejemplo perfecto. Con su establecimiento sencillo (¡aunque están pasando por un favorable cambio de imagen!) y su menú a base de antojitos, taquitos y demás inventos deliciosos con pastor como ingrediente fundamental, Los Laureles se ha ganado el corazón de los tapatíos desde 1973.

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Para mí, Los Laureles nunca falla, y me es tan sabroso que ni me dilato tomando fotos, voy directito a los totopos con salsa de guacamole y robo tiras de zanahoria del plato con ensalada de col. Además, hay algo sobre Los Laureles que siempre logra hacerme sentir en casa, y no en mi casa actual, sino en mi casa como de hace 15 años, cuando yo tenía nueve y me gustaba jugar a los encantados y al turista. No sé si será el piso, o si será que siempre me recibe el mismo amable mesero, o que cada vez que visito hay un mantel con una aguja, un cepillo, un anillo y un champiñón queriendo ser encontrados y coloreados.

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Aunque siempre reviso el menú, mi decisión está hecha desde que me entero que comeremos ahí: un lonche de pastor con queso, al cual le agrego mucha ensalada de zanahoria y col, salsa de guacamole y salsa picosita roja. ¡Un manjar mexicano irrepetible! Como el pan del lonche no es demasiado grande, generalmente me queda espacio para comer un antojito más, y es ahí donde, de día a día, podrá variar mi elección. ¿Qué recomiendo? Los pingüinitos: seis sopesitos -chiquititos, también conocidos como aspirinitas- surtidos (pastor, cochinita y frijolitos), perfecto para compartir como entraditas.

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Sin son amantes de la cochinita, no pueden perderse los panuchos: típicos de Yucatán, la tortilla va refrita y rellena de frijoles, arriba la carne y el complemento que prefieras, yo sugiero cebollita morada con gotas de habanero, ¡uff! De estos también pueden pedir la orden o sólo la pieza, dependiendo de su apetito y el de sus acompañantes.

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Y si el huequito que les queda después de su lonche (que también hay de asada, bisteck, bajada, mixtos) es mucho más amplio, ¡no duden en pedir la mulita! La Mulita es una tortilla de maíz que encima lleva carne al pastor y queso, luego se tapa con otra tortilla de maíz, y como corona: una montaña de frijoles y crema fresca, además de la salsa de su elección, ¡riquísima y bastante llenadora!

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Finalmente, siempre están los taquitos que son seguros. Aprovechen que en Los Laureles los hay de cochinita pibil, que luego no suelen encontrarse comúnmente en taquerías. Lo de asada, de pollo, bisteck y pastor también son de ley. Y todo acompañado de un agua de horchata o de una cervecita bien fría, ¡mucho mejor!

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¿Y de postre? ¡Qué tal una tradicional jericalla! O una paleta de hielo. Así que ya saben. Si aún no saben a dónde ir a comer o cenar este fin de semana -o cualquier día, en ese caso- no duden en ir a Los Laureles, no los decepcionará.

Domicilio:
Av. México 2605

Horario:
Lunes a domingo: 13:00 a 23 horas

Mercado México – trendy food en Guadalajara

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Hace no tanto un Mercado lleno de onda y propuesta llegó a la ciudad. Sí, leyeron bien, no es el típico mercado (aunque esos son mis favoritos) donde puedes comprar tus guayabas, chayotes y granadas, a la vez que te comes un pozolito o te tomas un champurrado, sino un mercado que busca crear un espacio de innovación gastronómica y movimiento artístico. Hablo de Mercado México. Ubicado en avenida La Paz, esquina con Colonias, en una de las zonas más bonitas de la colonia Americana, un edificio moderno y blanco nace del concreto y da vida a más de 30 proyectos de comida, postres, vinos y café típicos de un mercado, aunque con un twist creativo y joven.

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Con tantas nuevas propuestas culinarias en la ciudad, hacía falta un lugar en Guadalajara que congregara y apoyara a más de una de ellas, que hiciera fácil que una persona pudiera probar más de alguna ocurrencia sin necesidad de moverse de lugar. A mí, Mercado México me recuerda a mis meses en Madrid, cuando iba los sábados al Mercado de San Antón (más que al Mercado de San Miguel, aunque también lo visitaba seguido) a probar en sus cinco pisos celestiales algún vino o una sidra o una caña, y a picar montaditos de chorizo ibérico, de pulpo a la gallega o de gambas al ajillo.

Hay algo sobre tener miles de opciones en un lugar, que a su vez te arropa de arte y buena vibra, que produce una sensación de aventura y alegría, que facilita las cosas para que la pases bien y disfrutes de la compañía de tus amigos, de tu familia o de tu pareja.

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Volvamos a Mercado México y a sus opciones. Hay tantos lugarcitos que es difícil probarlos todos en una visita. Sin embargo, estoy segura de que después de ir la primera vez, quedarán invitados a regresar y probar el resto. Entre las posibilidades de carnes en su jugo, tortas ahogadas, sopes, asadores, pastas, mariscos y postres, hoy les voy a platicar sobre las que yo tuve el gusto de conocer y disfrutar hace un par de semanas.

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No es que sea alcohólica, pero lo primero que llamó mi atención al llegar al mercado fue La Taninoteca (Bodega de vinos). Con una barra de madera y estanterías repletas de botellas, supe que después de conseguirme el primer plato iría por un vino que maridara bien mi elección. Mi consejo (al menos fue lo que yo hice y resultó bastante bien), es que se tomen los primeros diez minutos de su visita para recorrer el lugar y sus diferentes puestos, para descubrir de qué traen antojo o qué suena más prometedor, y para además admirar todos los guiños de diseño y las ilustraciones que hacen al edificio aún más apetecible.

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Yo me decidí por iniciar con un panini de barbacoa de pato con salsa de betabel e higos de Barra México, una creación muy sabrosa del afamado chef Poncho Cadena (también la mente detrás de La Leche en Puerto Vallarta y Hueso en Guadalajara). En lo que los cocineros muy cotorros me lo preparaban volví a La Taninoteca por una copa de vino rosado. Cuando me senté a probar mi panini quedé muy complacida, eso sí, pedí un chile verde para que todos los sabores resaltaran más y me lo saboree aún más a gusto. ¡De verdad lo recomiendo! No les voy a mentir, me quedé con ganas de probar su tostada de cachete de res con emulsión de chiles secos, ¡pero ya tengo algo por lo que volver!

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Mi visita continuó con una parada en La Muerta (Ceviche y Antojitos) para probar la Tostada del Receso: un ceviche de atún con emulsión de chile manzano y camarón seco sobre chicharrón de cerdo; y la Tostada de Aguachile Tatemado: con camarón, pulpo y pescado con tomate tatemado y salsas negras, ¡picosita! A mí me encanan los mariscos y estas tostaditas pasaron mi prueba y quedan en mi lista de antojitos a repetir.

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Después de algunas recomendaciones de amigos, no podía dejar de ir a Eulogio (Fonda Fina), un lugarcito naciente de la misma cabeza creadora de Alariz. De Eulogio tuve el verdadero placer de probar una ensalada fresca con moras, queso de cabra, pera, arúgula y una vinagreta dulce como de fambruesa, que vale la pena pedir sobre todo si estás en un régimen más dietético. Además, como mi padre (íbamos toda la familia) ya se había estacionado en una mesita justo enfrente del local y los mezcales del Legendario Domingo comenzaron a fluir, pude probar lo que él ordenaba. Entre sus antojos: un taquito de charal: sobre una tortilla de maíz, una embarradita de salsa tipo guacamole, charalitos fritos, pico de gallo, cebolla morada y cilantro, ¡uff!

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Con esto yo estaba lista para cerrar mi porción salada del tour gastronómico, pero en eso llegó mi hermana y me comentó que su sándwich estaba muy sabroso, así que accedí a darle una mordidita y comprobar. Marifer lo compró en Deli Container (Boutique Gourmet). Si tienen antojo de algo más tradicional, pero igual de sabroso, ¡este es el lugar! Aquí puedes pedir tu baguette de salami, queso manchego, jamón de pavo y mostaza dijon y bajártelo con una cerveza Loba o alguna otra opción artesanal.

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Ahora sí estaba lista para el postre, ¡mi parte favorita! Desde que llegué al lugar le había echado un ojo a unos cucuruchos de churros que veía a la gente disfrutar, así que no me la pensé dos veces. Subí al segundo piso del mercado y ahí encontré Casaxurro (Churrería Artesanal). Pedí un cono de cinco piezas para poder compartir con mi familia y escogí el dip de chocolate para complementar. ¡La verdad estaban riquísimos! Dulces, pero no empalagosos, crujientes y calientitos, son motivo suficiente para volver al Mercado. En el mismo lugar puedes pedir porras, la rosca de churro completa o hasta un pastel de churro, ¡habrá que probar!

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Y para terminar aún más gustosa la sobremesa, pedí otra copa de vino (esta vez tinto) en La Taninoteca. Fue una manera de alargar mi estancia ahí, y es que la estaba pasando muy bien y no quería irme todavía. Acompañé también a mi mamá a que pidiera su crepa de nutella en La Crépe Parisienne y a que también pidiera una segunda copa de vino.

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En general nuestra visita al Mercado México fue exitosa: pudimos probar antojitos de diferentes cocinas, tomar vino, comer churros, encontrarnos a amigos y disfrutar de una tarde agradable y diferente en compañía de la familia. El Mercado es un lugar donde todos encontrarán algo de su gusto, y donde los chefs jóvenes de la ciudad se dan rienda suelta y están buscando crear platos creativos y propuestas divertidas desde sus barras y cocinas. Sin duda hay que ir en viernes o domingos, cuando el ambiente se agita y alborota y se trae ganas de pasarla bien.

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En mi próxima vuelta espero probar la torta de chilaquiles de Chomi Ciao, algún corte sabroso de Asador de Burgos, y una bola de nieve de Black Cherry de Helados del Mercado. ¿Ustedes ya visitaron? ¿Qué les pareció? ¿Qué han probado y qué recomiendan?

    

Loló: pedacito de cielo en Andares

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Pareciera que en estas épocas decembrinas nuestro destino es estar o en posadas o enclaustrados en centros comerciales buscando todos los regalos y outfits navideños. Y yo no sé ustedes, pero en este mes que parece que la vida toma un acelere tremebundo, no es raro que termine comiendo siempre sándwiches preparados a las carreras o tacos de la esquina cada tercer día. Por eso, aunque no sea mi predilección comer en restaurantes dentro de plazas o malls, hay algunos sitios que no sólo amainan el agobio de estar entre un gentío que compra como loco (la verdad es que yo estoy incluida en ese colectivo), sino que lo vuelven antojable y hasta disfrutable, pues te permiten escaparte un rato -en el mismo inmueble- para comer delicioso y tomar un par de copas antes de volver al ajetreo.

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No les voy a mentir, pero lo usual para mí es que cuando quiero comprar un regalo y necesito ir a un lugar cerquita y que concentre muchas opciones, sin pensármelo dos veces voy a Andares. Y sí, tienen toda la razón: ir a Andares puede ser una odisea en estas fechas: ¡el tumulto, la locura, las filas, el estacionamiento! Pero tienen también muchas tiendas con opciones coquetas para regalos. Así que es natural que en las jornadas extensas de compras y probadores busque opciones para comer o cenar ahí mismo. ¡Y por suerte las hay! Puedes encontrar, por ejemplo, un par de restaurantes de los que ya he escrito: La Docena, La Pastería, ¡hasta un Le Garraf!, pero del que hoy quiero hablarles es de uno que acerca un pedacito de mi lugar favorito a mi casa y a mi plaza favorita de la ciudad: Loló.

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Aunque nunca he reseñado a Anita Li o a la i Latina en Ojos Mexicanos, estoy segura de que más de alguno de ustedes sabe que el primero es mi restaurante favorito de Guadalajara. ¡Ah, pues los creadores de estos dos emblemáticos restaurantes de la ciudad crearon Loló! Realmente, ya existía un Loló en San Francisco, pero ahora, el chef Jorge Martínez y su esposa Lorena Zertuche (Loló) lo trajeron a conquistar la ciudad desde Paseo Andares.

Empecemos con el ambiente

Fiel a sus hermanos i Latina y Anita Li, Loló mantiene un estilo alegre, colorido, divertido y kitsch (todo gracias a las mezclas de texturas, colores, y materiales que Zertuche inventa y plasma). Con lámaparas de botellas de 7up de vidrio colgando sobre la barra, los tradicionales puerquitos de cerámica negra, zapatos de plástico incrustados en los pilares, y paredes en colores rosa, rojo y verde, Loló te aparta del ambiente del centro comercial y te da la bienvenida a un lugar fresco, juvenil, mexicano, moderno y divertido.

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Los drinks

A mí, Loló y sus hermanos mayores siempre me antojan sentarme en la barra y pedir unos drinks para comenzar. Con nombres de cartitas de lotería, hay una gran variedad para elegir. La garza, por ejemplo, es un delicioso coctel con ginebra, campari, toronja y cítricos. Uno que me encanta es El Venado: con mezcal blanco, jugo de piña, horchata de almendra y licor de durazno. Lo que me fascina es que todos los tragos son muy diferentes a lo que sueles encontrar en otros bares o restaurantes, son perfectos para pasar un miércoles o viernes con los amigos, tu familia o la pareja. Prueba todos las bebidas del menú: El Pájaro, La Estrella, La Sandía, El Diablito, ¡y lotería de sabor!

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Las entradas

Cuando yo voy en plan de tomarme unos drinks, disfruto muchísimo de pedir puros platos al centro, y las entradas en Loló son perfectas para esta dinámica. El aguachiles arabesque y los taquitos coreanos son un must. Los taquitos se preparan con una salsa coreana y los sirven con mousse de aguacate y fruta en vinagre, ¡no tiene madre! Por otra parte, el aguachile es más lechoso que acuoso, ¡riquísimo! Otra entrada buenísima, y que sólo encuentras en Loló es la orden de sopes a la bbq con mezcal, ¡buenísimos!

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Aguachile Arabesque

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Taquitos coreanos, taquitos tropicales y tartar de atún

Para algo más vegetal no se pueden perder la ensalada Loló (capas delgadas de betabel -¡amo el betabel!- rostizado, con mousse de quesos, con hojas baby, pistaches y aderezo de balsámico y aceite de cebollín. O quizá quieran probar los vegetales (calabazas, portobello, pimientos, camote) asados que son riquísimos y muy light.

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Verduras asadas

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Sopes BBQ-Mezcal

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Taquitos tropicales

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Tacones de atún

Si quieren algo más clásico siempre pueden pedir sus taquitos tropicales o los tacones de atún, ¡nunca fallan!

Los fuertes

El otro día pedí el salmón enchilado con pasta oriental y la verdad está para chuparse los dedos. Si les gustan los platillos picositos, no duden en pedirlo. Las costillitas Baby Back Rib Chifa también son sabrosas, además de que están muy tiernitas. El Pollo Kum Yom, con aceite de ajonjolí y cacahuate, servido sobre fideos bañados en leche de coco y salsa del lima, es otra gran opción que combina los sabores orientales característicos de i Latina y Anita Li. ¡Otro favorito es el Atún Loló! Sea lo que sea que pidan, seguro estará delicioso y querrán compartirlo con el resto de la mesa, mientras continúan brindando ahora con vino tinto.

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Atún enchilado

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Aguachile Arabesque

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Vacío Porcini

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Baby Back Rib Chifa

Los postres

La creatividad y la innovación de Loló se impregna a cada una de las áreas del menú, y esto incluye los postres. Aquí no encontrarás el típico pastel de chocolate o de tres leches. No, en Loló tienes opciones más originales y sabrosas como el crème brulée Miguelito, que se sirve con cajeta, helado y coulis de guayaba, ¡espectacular! También puedes probar unos duraznos al bourbon o irte por un clásico de i Latina (¡mi favorito de todos!), el Crocante de Cajeta: pan deshidratado, helado de vainilla, cajeta, queso crema (le da un toque, ¡uf!), nuez caramelizada, frutos rojos y salsa de vainilla. ¡Uno no será suficiente, lo aseguro!

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Creme Brulee Miguelito

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Crocante de cajeta

Termina todo con un carajillo o un café espresso, y te aseguro que te sentirás ya tan satisfecho y pleno que habrás olvidado que estás en medio de un centro comercial, atorado en las compras navideñas. Así que o una de dos: o volverás feliz a tu shopping pendiente, o de plano pedirás otro drink y alargarás la velada con los amigos ahí mismo.

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Carajillos

 ¿A poco no se te antojó? Mi consejo es que no dudes y visites Loló pronto, eso sí, marca para hacer reservación o llega con tiempo, ¡porque se llena! Yo después de escribir esto estoy levantando el teléfono para apartar mi lugar este fin de semana, ¡quiero salivar!