¡Mis seis cafés favoritos de la ciudad!

Si un vicio tengo en esta vida -y por favor admitamos que todos tenemos uno- es el café. No fumo, no me drogo, no apuesto y no me embriago hasta las patas, pero no me pregunten sobre mi adicción al café porque ahí sí que no tengo ni dónde esconderme.

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Mi amor por el café -y su necesario ritual del que algún día escribiré- hacen que esta entrada sea súper especial para mí, y que además la esté trabajando en colaboración con Expedia.mx, ¡la vuelve todavía más emocionante!

¡Así que sin más cuentos les presento mis cafés favoritos de Guadalajara por si viven o algún día viajan a mi hermosa ciudad!

1. Palreal – Mi consentido desde hace ya un rato, Palreal siempre me recibe como en casa de amigos queridos. Su local pequeño en Lope de Vega 113, muy cerca de atracciones turísticas que tienes que visitar, como Los Arcos Guadalajara o la Glorieta Minerva, cuenta con mosaicos en el piso, mesas pequeñas y una barra de madera, crean el ambiente perfecto para disfrutar con calma y a sorbitos un café filtrado en Chemex. Me gusta Palreal porque además ofrece mucho más que un café o un método: sus creaciones como el cascarindo y el agavate presentan una aventura de sabores hasta para los más conocedores.

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2. Becada – La atención y variedad de cafés que Becada ofrece con cada visita, además del frescor que expiden sus ligeros aspersores y su tosta de atún con guacamole que hace a mi barriga suspirar, son razones suficientes para que este local (Montevideo 3181) entre a mi lista de favoritos.

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3. Matraz – Si quieres un café perfecto para ir a trabajar con buena música mientras degustas un latté muy espumoso, Matraz es la opción perfecta. Escondido en una hilera de casas en Buenos Aires 2679, Matraz es una propuesta local y deliciosa, llena de una vibra cool sin dejar de ser casual y acogedora. Además, y este es un súper plus, tienen en su carta un sabroso Matcha Latté, que en la ciudad es muy difícil encontrar.

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4. Café 5 PM – Para una larga tarde de pláticas con amigas o familia, Café 5 PM siempre pone los ingredientes necesarios: una luz bajita, foquitos sobre la barra, deliciosos pasteles y tartas y un rico Café Sublime. Siempre lleno de conversación y bullicio, 5 PM (Guadalupe 5181-B) te regalará la tarde perfecta para ponerte al día con aquellas que quieres más.

5. Espressamente Illy Podrán decir que Illy no es una propuesta local u original, pero no podrán negar que la calidad y el servicio que Illy ofrece es excelente. No porque algo sea comercial o de cadena quiere decir que es negativo, pero a veces nos vamos con esa finta. A mí me encanta ir (en Providencia 2969), tomarme un espresso doppio y resolver crucigramas con René en una de sus mesitas del balcón. Además, sus postres y pizzas son ricas para completar la tarde.

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6. Bianchi Café and Cycles – recientemente descubrí Bianchi Café and Cycles (Pablo Neruda 2365), un lugar que, como su nombre lo dice, no sólo es cafetería, sino una tienda de hermosas bicicletas. Su propuesta nace de inspiración italiana y del amor por la rodada. En el mismo lugar puedes tomarte un espectacular macchiato, saborear un crostino de ricotta, higos, menta y miel, mientras alguien del taller te ayuda a cambiar el asiento o la cadena a tu Bianchi.

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Hay muchos otros cafés ricos y bonitos en Guadalajara, pero estos son los que hasta este momento más me gustan y más me hacen disfrutar mi taza matutina o de sobremesa. ¿Qué otras sugerencias y novedades tienen ustedes? ¿A dónde nunca dejarán de ir por su café?

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Carne en su jugo para el corazón (Karne Garibaldi, mi consentida)

KG1Hay algo sobre la carne en su jugo que me hace sentir bien. Como los días que me duele la cabeza o el vientre, o en días nublados que me ponen demasiado pensativa para mi propio bien, o cuando tengo mucho frío, la carne en su jugo siempre es uno de mis remedios preferidos. Esto no quiere decir -que quede muy claro- que sólo como carne en su jugo en días invernales o tristes o de enfermedad. Cualquier día normal y alegre, como lo fue ayer, puede llegarme un antojo terrible de carne en su jugo y guacamolito y quesadillas y, lo mejor, frijoles grasosos llenos de elotitos y chile.

La carne en su jugo es un platillo típicamente jalisquillo, pero es Guadalajara la ciudad que mayor reconocimiento tiene en el asunto. No será extraño que sus amigos o parientes de otras partes del país se extrañen al escuchar la descripción de estos trocitos de carne y tocino sumergidos en su propio caldo, con sal, ajo y hojas de laurel. Pero tampoco será extraño que, una vez que lo prueben, queden fascinados al punto de exigir que los lleven a comerlo cada que regresen a visitar.

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Reconozco que este tema suele provocar una división mayúscula en la ciudad, pero hoy -por fin- habré de tomar postura y compartir cuáles son mis carnes en su jugo favoritas de la ciudad. Llámenme tradicional o predecible, pero para mí y para toda mi familia las mejores carnes en su jugo son las Garibaldi (amantes de las Kamilos333, no me linchen, denles una oportunidad). Más allá de su récord Guinness (1996) por ser el restaurante con el servicio más rápido del mundo, es la constancia de su sabor, amabilidad y familiaridad lo que me sorprende de este restaurante.

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En el corazón de Santa Tere (Garibaldi 1306), Karne Garibaldi ofrece su sencillo pero delicioso menú desde 1970. Su eficiencia y calidad mucho tienen que ver con que sólo hay un plato principal en la carta, eso sí, con tres tamaños diferentes (más la versión infantil). Apenas te sientas y un mesero sonriente ya te pone sobre la mesa unos platos de cerámica con frijolitos (¡qué frijolitos!), totopos, tortillitas, cebollas tatemadas, limones y cilantro. “¿Qué tamaño les sirvo?”, preguntará, a la vez que los tienta con un platito con guacamole (ese sí tiene un costo extra). Dependiendo del apetito, yo pediré una carne chica o mediana, casi siempre la segunda. Puedes ordenarla con tocino o sin tocino, con chile o sin chile. Yo, aunque no me como todos los trozos de tocino, la pido con este ingrediente, porque el caldo tiene más cuerpo y sabor. Y claro, siempre con chile.

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En menos de un minuto, literal, tendrás tu comida en la mesa. Lo único que tarda un poquito más es la orden de quesadillas, pero no importa mucho, sobre todo porque siempre llegan suaves y calientitas. Y no queda más que comer: dar cucharadas a la carne, prepararte taquitos de frijolitos con guacamole y queso, y refrescar el paladar con tragos de cerveza o agua de horchata. ¡Ah! ¡Y pedir más frijoles! No sé si lo saben, pero en mi familia somos súper frijoleros, pero además hay algo en los frijoles de Karne Garibaldi que me vuelven loca. No sé si sea la ridícula cantidad de manteca, o los elotes, o el chile, pero puedo comerme dos órdenes de un sentón, esto es muy real. Es más, soy capaz de ir a Karne Garibaldi sólo porque mi antojo de sus frijoles es irracional y caprichoso. Pero para qué les cuento, ¡vayan y compruébenlo!

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Hay algunas otras cosas que pueden ordenar para complementar su comida: un queso fundido con chorizo o champiñones, enfrijoladas, o las especiales quesadillas “Al Patrón”, que van bañadas con jugo de carne, frijolitos y guacamole. Pero eso es todo y eso es parte de la esencia del establecimiento. Claro, pueden pedir postres, como jericallas, flan, mousse de guayaba o arroz con leche, y café para terminar la comilona. Yo sé que hay muchos otros lugares donde pueden comer carnes en su jugo -vaya, ¡mi mamá hace unas buenísimas!- pero de verdad insisto, no se pierdan la experiencia y el cariño de Karne Garibaldi. ¡No se arrepentirán!

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Tikuun, comedor de un México contemporáneo

El sábado pasado -y en realidad toda la semana- la lluvia tupía las calles y abría un hueco en mi estómago, listo para absorber una sopa caliente. Con René en la ciudad y la excusa de los pies fríos, quise ir en busca de un lugar diferente que ofreciera un caldo sabroso. Así que pensamos en Peko Peko, ¿qué mejor que un ramen para calmar el frío y el hambre? Pero, ¿qué creen? Llegamos al local a eso de las 5:00 pm, ¡y había muchísima fila! Y como la verdad sí teníamos mucha hambre, decidimos cambiar la jugada y pararnos a probar un lugarcito que se veía muy lindo a una esquina de donde estábamos.

IMG_1874Así dimos con Tikuun – comedor local, ¡y qué suerte la nuestra! Ya entrar a la casona es una delicia: las paredes blancas, el piso de mosaico, los ventanales abiertos, la música tranquila, las mesas de madera y los techos altos te reciben con cariño y con ganas de que te quedes. Además, a la entrada de la casa, el restaurante te guiña el ojo con un pizarrón que anuncia los especiales del día. Ren y yo leímos sopes de pulpo al ajillo y aguachile rojo de callo de hacha y ya nos habíamos convencido de entrar.

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Así que eso hicimos y nos sentamos en una mesita en la terraza. Pronto un joven nos entregó un par de hojas de papel con el menú impreso en ellas. Después del nombre y el logotipo -un quetzal elegante posando sobre las letras-, que ya daban indicios del tipo de comida que íbamos a encontrar, lo primero que noté fue la introducción: “la cocina en Tikuun surge como un elogio a la gastronomía mexicana y sus infinitas posibilidades e ingredientes”. Su comida, un elogio, un homenaje a la cocina mexicana, ¡qué bonito! ¡Y qué altas expectativas se crean! Lo segundo que captó mi ojo que que la carta dice: “Menú 1.7”, por lo que además te informan que el menú que ese día te ofrecen no estará disponible por largo rato, sino que su oferta está en constante cambio y evolución. Para mí eso siempre es un atractivo, porque siempre puedes confiar en que los chefs y cocineros se interesan por buscar nuevos sabores y texturas, nuevas maneras de sorprender a su comensal y también a ellos mismos.

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Ya llena de emoción me aventuré a explorar los platillos, mientras daba sorbitos a mi copa de Correos 10, además, escuchaba a René hacer sonidos de agrado y aprobación, y me emocionaba más. Él pidió una cerveza 7 Mareas Tortuga. Todo en el menú, hasta el platillo con dejos de camarones secos (los detesto) se me antojaba. El chavo que nos atendió se portó muy atento con nosotros, respondió a todas nuestras preguntas y nos hizo sugerencias muy atinadas. Finalmente optamos por pedir el Cebiche de pesca del día (el pescado era canario y venía en trozos con maracuyá, granos de elote asados, piña, camote glaseado, tomatitos, acepite de jalapeño seco y un toque de toronja), estuvo delicioso, lleno de sabores cítricos, dulces y picositos, además de que la presentación era hermosa.

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Luego ordenamos, también como entrada, la codorniz, que venía preparada con mole de xoconostle, mermelada de pera y praliné de ajonjolí y un poquito de ajo. Aunque la porción es pequeña, la mezcla de sabores vale muchísimo la pena: lo dulce de la pera con lo salado del ajo hace que te quedes con ganas de un par de bocados más.

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Para terminar la trilogía de entradas ordenamos el Uchepo, un tamal de elote michoacano bañado en un caldillo de jitomate (sí, fui fiel a mi antojo de algo calientito) y chile pasilla, con nopalitos asados, huitlacoche deshidratado y crema de rancho fresquísima.

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Los tres primeros tiempos estuvieron deliciosos y los recomiendo con insistencia, pero no puedo dejar de mencionarles otro par que también nos tentaron: el huarache de conejo (sobre todo René estaba muy emocionado por este), con pipián de pepita de girasol, queso cotija y frijol negro refrito, y la tostada de pata de res, con crema de rancho, zanahorias baby, queso de oveja y aguacate.

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Después de las tres entradas, decidimos que sólo pediríamos un plato fuerte, así reservaríamos un espacio para el postre y el café. La elección nos costó mucho trabajo, pues el pulpo almendrado con quinoa cremosa y sofrito de jitomate y el cerdo en salsa de frijol negro y ensalada de papas escabechadas hacían fuerte competencia. Nos decidimos por el Moné de pesca del día, una lonja de pescado en salsa de chile poblano tatemado, puré de platano macho y cebollitas cambray encurtidas, ¡otro nivel de delicioso! Sobre todo el puré de plátano macho en combinación con la salsa de chile poblano para mí fue un acierto total.

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Creo que ese esquema de ir con alguien más (o muchos más) y pedir muchos platillos al centro es la mejor opción, porque todo está delicioso y así te das la oportunidad de probar más de uno de los platos del menú. Además, con eso de que cambia, así tienes la seguridad de que lo probaste todo antes de que evolucione.

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Para culminar la tarde pedí un espresso y compartimos un postre. Aunque el bizcocho de cocoa con sorbete de cacao y coulis de frutas se me antojaba mucho, consideramos que teníamos que pedir algo más experimental. La panna cotta de aguacate fue la ganadora, acompañada de un sorbete de zarzamora, gel de limón, un crumble de chía (¡riquísimo!) y piel de naranja confitada, nos regaló la conclusión perfecta.

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Pero para qué les digo tanto, ¡mejor vayan y pruébenlo todo ustedes! El comedor tan sólo tiene dos meses (aunque antes había una versión de él -Ayuuk- en Santa Tere) y es importante apoyar proyectos frescos y amantes de la cultura mexicana para que nos deleiten con sus comida durante mucho tiempo. ¡Los invito a que vayan este fin de semana!

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Ubicación:
Robles Gil 50, equina con Pedro Moreno

Horario:
Lunes a viernes: 13:30-23:00

Boulangerie Central – pan artesanal y boutique de desayunos

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Decidí visitar Boulangerie Central con algo de escepticismo. A oídas de algunos conocidos me lo habían recomendado sin realmente describir lo que experimentaría. Ve, me dijeron. Está delicioso, el pan te va a encantar. Y no más. Así que con tan vagas referencias fui a conocer un día que ni tanta hambre tenía. Y la verdad es que ¡cuánto me arrepentí!

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¡El lugar, la panadería, los desayunos son espectaculares! Desde que te asomas por la ventana del carro o caminas por Morelos hasta ubicar el 1984, la tranquilidad de la zona y sus árboles te invaden y llenan de calma, te seducen a desayunar sin prisas y saborear y disfrutar cada ingrediente, cada sorbo de café. La placidez aumenta cuando subes las escaleras de Boulangerie Central y descubres que las paredes, las mesas, los menús, los platos, todos los elementos son blancos con guiños de azul: algún monograma, los merengues que acompañan las cuentas en otras mesas y lo más representativo y bonito del lugar: las gotas de agua que escurren de la pared y dan hogar a peces betta.

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Pero no todo es pulcritud y estética, pues al fondo tienen la cocina y la panadería abierta, sin mamparas o puertas que obstruyan la visión del comensal. Desde tu mesa observas los rodillos extender las masas, las cazuelas endulzar mermeladas  y los hornos exhalar mantequillas. Un espectáculo cálido y delicioso.

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La primera vez que visité (y ya van varias veces desde aquella) pedí mi café negro y un jugo de naranja. El primero venía acompañado de una galleta suave con forma de tetera y el nombre del restaurante inscrito en el cuerpo. El segundo, venía servido en una copa de vino, fresco y recién hecho. Como ya dije antes, Ren y yo íbamos sin hambre, pero necesitados de un buen café. Sin embargo, cuando revisamos el menú con curiosidad, quedamos atrapados, y cuando nos llegó el pan francés y nos lo devoramos, pude confirmar con seguridad que tenía que regresar. Se los describo: un pan brioche hecho en casa, espolvoreado con gránulos de azúcar, cubierto de fresas y adornado con nieve de mantequilla, hojitas de albahaca y miel de abeja. ¡La gloria!

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Todo estuvo tan delicioso y pasamos una mañana tan bonita que pronto volví para probar los desayunos en forma. Así que volví y en mis regresos ya he descubierto otros platillos que no encontrarás en otros restaurantes y que no se podrán perder. Empezemos, entonces.

Pan dulce y entremeses

Por lo general, a mí me gusta comenzar mi desayuno con un pan dulce o un platito de fruta, un entremés, vaya, antes de entregarme al plato fuerte. Y Boulangerie Central ofrece las opciones perfectas. Al ser panadería, pueden ordenar un croissant hecho en casa con la mermelada del día (también hecha en casa); o un chocolatín (un pan tipo croissant pero con chocolate); o unas tostadas campesinas, que son rebanadas de pan con labneh -yogur griego-, fresas y amaranto con miel orgánica, o un sándwich de crema de avellanas, con pan brioche a la plancha, mermelada casera y nueces de castilla caramelizadas… ¡a poco no se les hace agua la boca! Además, pueden compartir esa entradita y así quedarse con suficiente hambre para el plato siguiente.

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De beber

Ya saben que mi opción predilecta es el café negro, aunque a veces disfruto de un latté o capuchino. Si van acompañados pueden aprovechar para pedir una prensa y compartir un rico café. Si prefieres algo dulce, pide el chocolate caliente, ¡es espeso y delicioso!

Desayunos

Hay muchas opciones para continuar con el festín, pero les voy a platicar sobre mis favoritas. Comenzaré con los Huevos a la Bañera, que se han vuelto un favorito entre sus comensales asiduos: en una tinita -sí, en una tina pequeñita- sirven un par de huevos poché sobre una cama de tocino y pimientos rojos, bañados en una salsa de curry y queso gratinado, acompáñalos con pedacitos de pan con especias y ¡tendrás sabores bailando y festejando en tu boca! Los Huevos Tunecinos son otro must: huevos escalfados montados sobre muffin inglés y espinacas a la crema con trocitos de tocino, bañados en una salsa rosa cremosa y queso parmesano, ¡sabrosísimos!

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Al ser un local inspirado en lo francés, no puedes dejar de probar el Croque Madame (un sándwich de pan campesino, queso gouda, jamón, un huevo estrellado y salsa bechamel); o el croissant sándwich, un pan fresco con huevos revueltos a la mantequilla.  En otra ocasión me aventuré por el sándwich clásico y quiero decirles que fue perfecto: un preparado sencillo pero lleno de sabor, pues está hecho con dos lajas gruesas de pan brioche a la plancha, jamón, queso y alioli que te hará chuparte los dedos.

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Si lo que quieres es deleitarte con el pan de Boulangerie Central y desayunar algo más tradicional, mi recomendación es que pidas  los huevos divorciados o los chilaquiles rojos. Aunque realmente insistiría a que te animaras a probar algo que no encontrarías en otro local.

El Postre

Y si todavía te quedó un huequito, ¡y esperemos que sí! ¡Pide algo dulce de postre! Como ya les dije antes, el pan francés de Boulangerie Central es un pedacito de cielo, ¡el mejor que haya probado en la ciudad! No obstante, también puedes ordenar un Cacao Roll Brulee, un roll relleno de cacao (77%), dulce de leche, canela, pasas y nuez, servido con mermelada de la casa y fresas; un alfajor; un brownie, o un biscotti. ¡Los quiero todos!

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Para llevar

Y es que la panadería y las jaleas de Boulangerie Central son tan frescas y ricas que estoy segura que querrán llevarse algo para su casa; qué tal, por ejemplo, una hogaza de pan campesino, un baguette multigrano, bollos para hamburguesas, panqué de nuez, relish de piña, mermelada de guayaba o una crema de semillas? Lo que sea que escojan estará delicioso y recién hecho, ¡se los garantizo!

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Saldrán, entonces, llenos de comida en la barriga y en los brazos, felices y, eso sí, con mayores de ganas de continuar con un día relajado y fresco, como el lugar de donde acaban de salir.

M.

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Chez Nené – tradicional sabor y cariño francés

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Un poquito de historia

Cuando hablamos de comida francesa, muchas personas suelen creer el injusto estereotipo de que su cocina y sus maneras son pretenciosas e inalcanzables. Pero no siempre es verdad. La gastronomía francesa, al igual que la mexicana, la italiana o la japonesa, tiene sus distintas variantes, sabores y maneras de preparación. No voy a negar que al provenir de un país en un continente lejano los ingredientes pueden resultar inusuales y extraños, pero eso no significa que sus platillos no están hechos con el mismo amor y cariño con los que una abuela mexicana prepara gorditas o un lomo en salsa.

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Así lo relata el chef Gérard, que al visitar su restaurante tuve la suerte de que se sentara en mi mesa y me narrara que su gusto por la cocina lo heredó de su madre. Me platicó que nació en Algeria y que cuando estalló la guerra él y su familia regresaron a Francia, donde su padre abrió un hotel y su madre se encargaba de la cocina. Así comenzó él a desarrollar su pasión y cariño por la gastronomía, en la cocina y en los brazos de su mamá. Ya más grande, Gérard viajó a Estados Unidos a estudiar y trabajar, donde conoció a la que sería su esposa, Nené. Se hicieron novios y cerca de la playa vivieron unos años de vida libre y sin lujos, “muy hippie”, me dijo riéndose. Fue hasta que viajaron a Guadalajara para la boda de un familiar, que su suegro, el padre de Nené, insistió en que se quedaran y en que entrara al negocio de la venta de cocinas. “Acepté y me fue muy bien, la verdad”, comentó con su acento francés prominente.

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En los años siguientes, Gérard puso un establecimiento de comidas corridas, que después de un rato lo enfadó, puesto que no hacía preparaciones creativas ni fieles a sus raíces. Luego, abrió un pequeño restaurante francés, pero no fue sino hasta 1999 que Chez Nené abrió sus puertas, el lugar donde Gérard logró -y logra- destapar su creatividad y amor por la cocina. “Hay dos tipos de comida”, me enseña con seriedad y alegría, “hay comida para alimentarse y hay comida para el placer. El segundo tipo de comida no todas las personas la conocen, pero aquí en Chez Nené es lo que hacemos, comida para el placer”, asegura mientras parpadea sus ojos azules.

Sobre Chez Nené

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¡Y qué mayor motivación necesitan para ir a visitar este restaurante tan querido entre los tapatíos! ¡Qué satisfacción, qué bonito que te digan que ahí son vendedores de placer! Y a mí no me quedó ningunda duda con mi experiencia, pues desde que entras al local comienzas a empaparte del amor que hay en esa cocina. Ubicado en avenida Juan Palomar y Arias #426, en la colonia Vallarta Universidad, Chez Nené espera con la mesa puesta y el corazón abierto. Entrar a Chez Nené es como entrar a casa de tu mamá o de una tía muy querida, que por alguna extraña razón vive en la campiña francesa: hay mesas de todos los tamaños, cada una con un mantel distinto (de cerezas o flores o pájaros) y sillas de colores diferentes; en el recibidor, se sienta un refrigerador lleno de licores, quesos y mermeladas hechos en casa; las paredes están cubiertas de cuadros y pinturas que a lo largo de los años han ido coleccionando; una chimenea adorna y suma a la sensación de calidez; al fondo, el agua borbotea de una fuente que alegra la tarde; en el patio amarillo, un pequeño jardín de cactáceas y helechos adorna y da frescura al aire. Te sientes acogido, querido, invitado a esta casita que te ofrecerá lo más delicioso de comer o cenar. Además, en la noche el ambiente se vuelve aún más acogedor y romántico.

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El menú

Invité a mi mamá a comer y, luego de estacionarnos e ingresar al local, elegimos sentarnos en una mesita cerca del balcón. No pasaron dos minutos y Laura, una de las chefs ya nos recibía y nos ofrecía una bebida mientras nos acercaba el pizarrrón con el menú escrito. Sí, no hay cartas impresas, y se debe a que todos los días la oferta gastronómica del restaurante cambia. Aunque hay platillos clásicos que son fijos en el menú, como los escargots, la hamburguesa y el filete de res a la pimienta, las especialidades varían dependiendo a lo que el chef Gérard encuentre fresco y sabroso en el mercado y el rancho esa mañana: un conejo, un pato, ¡quizá hasta un jabalí!

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Mientras ordenábamos agua con hielos y un par de copas de cabernet sauvignon, Laura volvió a nuestra mesa con panecito calientito, queso curado con especias y una barrita de mantequilla para untar, suficiente para abrir nuestro apetito y comenzar con la experiencia de una comida francesa hecha en casa. Leímos con detenimiento el menú y escuchamos atentos al mesero que nos explicó amablemente cada uno de los platillos. Ese día, el chef Gérard Faure, optó por preparar como entradas: escargots al vino blanco, espárragos a la vinagreta, mousaka griega, ceviche francés, calabazas al gratin, y steak tartar. Además, había elaborado una sopa de pescado a la marsellesa, varias ensaladas muy frescas y la tradicional sopa de cebolla.

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Volvió Laura con nuestros vinos y ya con la boca salivando ordenamos los primeros tiempos: los escargots y la sopa de cebolla. Al ser preparaciones francesas muy típicas, mis expectativas eran muy altas, y les admito que me sorprendieron, ¡sobre todo los caracoles! Yo no había probado en Guadalajara unos escargots mejor cocinados y sazonados que los que comí en Chez Nené: con la mantequilla derretida, el ajo muy granulado y doradito, y el caracol en su punto. Monté cada uno sobre pan y los bañé con la mantequilla al vino blanco y especias, para después llevármelos a la boca. ¡Un manjar!

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Antes de terminar con nuestras entradas, y para dar el tiempo suficiente a la preparación de calidad de los platos fuertes, pedimos al mesero nuestra comida. Todas las opciones en la pizarra me hacían ojitos, pero tuve que optar por sólo una, ya me habían advertido que los platos eran abundantes. Sándwich de roast beef y mayonesa; lonja de mero al gusto; camarones a la crema y al vino blanco; hermosos langostinos al ajillo; confit de pato con salsa de frutos rojos; pierna de gallo a la portuguesa; coq au vin Lyonnais, lomo de cordero sobre polenta; rack de jabalí, ¡casi me fue imposible elegir! Sin embargo, seguí mi instinto y las sugerencias de nuestro mesero (¡quién sabe hasta cuando durarán el pato y los langostinos en el menú!): ordené el confit de pato con salsa de frutos rojos y, ¡qué bruto! ¡Estaba exquisito! La pierna, todavía con su piel doradita, estaba bañada en una salsa agridulce y espolvoreada con frambuesas, fresas y moras azules. A un lado, unas papitas con edamame y un jitomate al horno, ¡una combinación de sabores perfecta que no puedo esperar repetir!

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Por otro lado, mi mamá pidió los langostinos: tres langostinos enormes abiertos en mariposa, bien enmantequillados y con un adobo suave, pero sustancioso, literal, ¡para chuparte los dedos! De hecho el chef Gérard ya se había sentado a la mesa con nosotros y le insistía: “¡señora, use los dedos! ¡Que no le importe si la gente la voltea a ver! ¡Aquí se come con y por placer!”.

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Tras empecinarse unos instantes, aceptamos que el chef se levantara de nuestra mesa a prepararnos un postre. “Es una sorpresa”, nos dijo. Así que esperamos pacientemente (reitero que es cocina slow food, ya que todos los platillos son preparados al momento) a que nos ofreciera su creación. ¡Valió totalmente la pena! Gérard nos sirvió un panecito dulce bañado en jarabe de naranja y caramelo, sobre un espejo de crema inglesa, queso de cabra, nieve de vainilla y almendras ralladas. Si ustedes prefieren elegir su postre, el menú es amplio y tradicional: crème brûlée, fresas jubilee, crepas, pays y tártaras.

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Además de la comida, la plática con chef Gérard también fue deliciosa: nos platicó sobre sus hijos y sus perros (sus dos grandes amores); sobre los periódicos y cartas que lee y escribe; sobre cómo se naturalizó como mexicano junto con el chef y dueño del Pierrot; nos confesó que le encanta comer tacos de sahuayo, que prepara un menudo muy sabroso, y que lo hace feliz preparar comida para sus comensales, tanto así que ofrece el servicio de ir a tu domicilio y cocinar para tus eventos especiales. También me señaló realidades que todavía me tienen en una profunda reflexión: “a México le hace falta que lo quieran. Los mexicanos tienen que querer más a su país. Yo soy mexicano y digo que tenemos que quererlo más; si realmente lo quisiéramos, podríamos levantarlo en pocos años”. Y creo que es verdad. Nuestro país necesita amor, y una manera de demostrarlo es apoyando los proyectos locales, los proyectos de quienes lo quieren vivo, seguro y abundante.

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Mi visita a Chez Nené es un ejemplo perfecto de por qué escribo y dedico mi tiempo a Ojos Mexicanos. Por eso, realmente los invito a que visiten este restaurancito francés y no sólo coman delicioso, sino que se sientan en casa, en confianza, y en un pedacito que añora a un México seguro, próspero y lleno de amor. Y para asegurarme de que por lo menos algunos de ustedes vayan, ¡les tengo una sorpresa padrísima! Voy a regalar cortesías dobles para una comida/cena parisina en Chez Nené a las tres personas que completen la siguiente dinámica:

1. Sigue a Chez Nené en Instagram (@cheznene).

2. Sígueme en Facebook, encuentra este post y responde a quién te gustaría invitar a Chez Nené y por qué. Una vez que hayas respondido comparte el post en tu muro y en el de un amigo.

3. Anunciaré a los ganadores en la noche, ¡elegiré a las mejores respuestas!

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