Hay algo sobre la carne en su jugo que me hace sentir bien. Como los días que me duele la cabeza o el vientre, o en días nublados que me ponen demasiado pensativa para mi propio bien, o cuando tengo mucho frío, la carne en su jugo siempre es uno de mis remedios preferidos. Esto no quiere decir -que quede muy claro- que sólo como carne en su jugo en días invernales o tristes o de enfermedad. Cualquier día normal y alegre, como lo fue ayer, puede llegarme un antojo terrible de carne en su jugo y guacamolito y quesadillas y, lo mejor, frijoles grasosos llenos de elotitos y chile.
La carne en su jugo es un platillo típicamente jalisquillo, pero es Guadalajara la ciudad que mayor reconocimiento tiene en el asunto. No será extraño que sus amigos o parientes de otras partes del país se extrañen al escuchar la descripción de estos trocitos de carne y tocino sumergidos en su propio caldo, con sal, ajo y hojas de laurel. Pero tampoco será extraño que, una vez que lo prueben, queden fascinados al punto de exigir que los lleven a comerlo cada que regresen a visitar.
Reconozco que este tema suele provocar una división mayúscula en la ciudad, pero hoy -por fin- habré de tomar postura y compartir cuáles son mis carnes en su jugo favoritas de la ciudad. Llámenme tradicional o predecible, pero para mí y para toda mi familia las mejores carnes en su jugo son las Garibaldi (amantes de las Kamilos333, no me linchen, denles una oportunidad). Más allá de su récord Guinness (1996) por ser el restaurante con el servicio más rápido del mundo, es la constancia de su sabor, amabilidad y familiaridad lo que me sorprende de este restaurante.
En el corazón de Santa Tere (Garibaldi 1306), Karne Garibaldi ofrece su sencillo pero delicioso menú desde 1970. Su eficiencia y calidad mucho tienen que ver con que sólo hay un plato principal en la carta, eso sí, con tres tamaños diferentes (más la versión infantil). Apenas te sientas y un mesero sonriente ya te pone sobre la mesa unos platos de cerámica con frijolitos (¡qué frijolitos!), totopos, tortillitas, cebollas tatemadas, limones y cilantro. “¿Qué tamaño les sirvo?”, preguntará, a la vez que los tienta con un platito con guacamole (ese sí tiene un costo extra). Dependiendo del apetito, yo pediré una carne chica o mediana, casi siempre la segunda. Puedes ordenarla con tocino o sin tocino, con chile o sin chile. Yo, aunque no me como todos los trozos de tocino, la pido con este ingrediente, porque el caldo tiene más cuerpo y sabor. Y claro, siempre con chile.
En menos de un minuto, literal, tendrás tu comida en la mesa. Lo único que tarda un poquito más es la orden de quesadillas, pero no importa mucho, sobre todo porque siempre llegan suaves y calientitas. Y no queda más que comer: dar cucharadas a la carne, prepararte taquitos de frijolitos con guacamole y queso, y refrescar el paladar con tragos de cerveza o agua de horchata. ¡Ah! ¡Y pedir más frijoles! No sé si lo saben, pero en mi familia somos súper frijoleros, pero además hay algo en los frijoles de Karne Garibaldi que me vuelven loca. No sé si sea la ridícula cantidad de manteca, o los elotes, o el chile, pero puedo comerme dos órdenes de un sentón, esto es muy real. Es más, soy capaz de ir a Karne Garibaldi sólo porque mi antojo de sus frijoles es irracional y caprichoso. Pero para qué les cuento, ¡vayan y compruébenlo!
Hay algunas otras cosas que pueden ordenar para complementar su comida: un queso fundido con chorizo o champiñones, enfrijoladas, o las especiales quesadillas “Al Patrón”, que van bañadas con jugo de carne, frijolitos y guacamole. Pero eso es todo y eso es parte de la esencia del establecimiento. Claro, pueden pedir postres, como jericallas, flan, mousse de guayaba o arroz con leche, y café para terminar la comilona. Yo sé que hay muchos otros lugares donde pueden comer carnes en su jugo -vaya, ¡mi mamá hace unas buenísimas!- pero de verdad insisto, no se pierdan la experiencia y el cariño de Karne Garibaldi. ¡No se arrepentirán!