
¡Lo prometido es deuda! Ya regresé de mi viaje express por Europa y tengo muchas cosas que contarles, recomendarles y, ¡obvio!, fotos hermosas que compartirles. No sé ustedes, pero los viajes sorpresa son padrísimos, emocionantes, ¡renovadores de energía! Yo no tenía idea de que cruzaría el charco este año (¡y menos tan a inicios!), pero recién dijo el reloj que ya era 25 de diciembre, cuando Ren (mi esposo) me entregó una bolsita navideña que abrí con duda, pues estaba extrañamente ligera. Pero adentro encontré el mejor regalo: ¡los boletos de avión para 10 días por París, Ámsterdam, Ginebra y Londres! ¡Una muy feliz Navidad para mí!

Así que con mucha ilusión empaqué una maleta con suéteres, bufandas, gorritos y varios sets de ropa térmica y me vine a Panamá lista para partir en 1o días más. ¿Y qué les quiero platicar hoy? Sobre la primera parada que hicimos en este último escape: ¡París!
Una ciudad icónica, de culto, de tejados azules y empinados y parques extensos llenos de flores; la ciudad de los pain au chocolat, del cafe au lait, de los vins rouge y los escargots; la ciudad de las farolas y las estrellas enloquecidas de la Torre Eiffel; ¡la ciudad del romance y el amor! Fue un gusto para mí volver a esta ciudad que con solo una anterior visita había logrado enamorarme.

Día 1 (16:00 – 23:00)
Llegamos el sábado 14 a eso de las 2 de la tarde, y a las 3 (tomamos Uber Pool del aeropuerto) íbamos entrando al Hotel Opéra Richepanse. Quiero realmente destacar que el hotel que elegimos fue un éxito. Ubicado a media cuadra de la súper fashion Rue Saint Honoré, y entre La Madeleine (10 minutos caminando) y la Place de la Concorde (6 minutos), el recorrido al hotel desde cualquier ángulo avista obras imponentes de arquitectura, esculturas y demás sitios de interés. Además, tiene dos paradas de metro a escasos minutos, ¡otro plus para moverte con soltura por el resto de la metrópoli!




Por coincidencia de la vida, y para nuestra fortuna, nuestro buen amigo Felipe (orgulloso piloto de un Airbus 380 para Emirates) voló de Dubai ese mismo día y tendría una pernocta de 24 horas. Así que tuvimos la oportunidad de encontrarnos con él y recorrer París a su lado.

Los tres salimos del hotel a las 4 de la tarde y emprendimos lo que sería una extensa caminata, también conocida como el “Recorrido Toussaint”. Desde la Madeleine caminamos hasta la hermosísima Place de la Concorde, la cual rodeamos hasta llegar a la famosísima Champs Élysées, donde nos paramos en el primer kiosko de crepas a recargar pilas con un crépe de nutella et banane. Seguimos entonces caminando, mientras Ren y Felipe rememoraban el año sabático que pasaron en esa misma ciudad al graduarse de la preparatoria. Champs Élysées sostenía un bullicio: gente entrando y saliendo de las tiendas en rebajas, gente comprando, gente charlando, gente comiendo, gente tomando, gente bailando, gente empujando: el jolgorio en todo su esplendor. Y nosotros, felices. Llegamos pues al Arc de Triomphe, donde nos detuvimos a admirar su belleza y a tomar unas fotos entre el tráfico y el tumulto.


Gracias a Felipe por la foto
Continuamos nuestro recorrido hacia Trocadero. Bajamos por la Av. Kleber y luego por Rue Boissière, inspirados por las estructuras renacentistas y barrocas tan únicas de París, hasta llegar al Museo de Arte Asiático. Tomamos después la Avenue d’léna hasta llegar al parque que acoge el acuario, el Museo del Hombre, el Museo de la Marina y uno de los mejores puntos para avistar la Torre Eiffel: Trocadero. De verdad que algo tiene esta ciudad que te llena los pulmones de optimismo y romance, y el sentimiento de placidez se eleva aún más al admirar la estructura de hierro de 300 metros.
Torre Eiffel
Calles parisinas
Trocadero

En Trocadero (Gracias a Felipe por la foto)
Atraídos por su belleza, cruzamos el puente hacia Champs de Mars, donde nos detuvimos a tomar fotografías y a llenarnos los ojos de alegría. Estuvimos ahí un hasta que encendieron las luces de la torre y hasta que el frío y el hambre comenzaron a pulsarnos.
Torre Eiffel
Champs de Mars
Tomamos la Quai Branly y la caminamos a buena velocidad hasta que se convirtió en Quai d’Orsay. La ruta nos llevó por el Museo de Jacques Chirac, por la esplanada de los Inválidos, por el Palacio Burbón, el Musée d’Orsay, y en la Academia de Bellas Artes viramos hacia la derecha por la Rue Mazarine para adentrarnos hacia Saint German. Hicimos un pequeño rodeo para llegar a la Parroquia de Saint German des Prés, pero cada paso valió la pena, pues pudimos observar las diferentes tiendas de la zona: relojerías, perfumerías, sombrererías; tiendas dedicadas a un oficio desde antaño, que se enorgullecen de mantener la calidad de sus productos y las viejas técnicas de su fabricación. Finalmente, después de casi 10 kilómetros de caminata y a las 7 de la tarde, llegamos a nuestra meta: el Relais de l’Éntrecôte en el 20 de la Rue St. Benôit.

Un lugar que por su deliciosa carne y su buen precio no debe faltar en su lista en su próxima visita a París. En este restaurante sólamente hay un platillo y es el que le sirven a todos, ¡pero realmente no necesitan más! En cuanto te sientas te sirven pan, ensalada de la casa y agua. En lo que decides la botella de vino que tomarás (¡el de la casa está súper recomendado!) te preguntan el término de tu carne (yo la pido medio).

Ensalada y vino de la casa

El famoso entrecote y las papas fritas
Processed with VSCO with a6 preset
Processed with VSCO with a6 preset
Para cerrar la velada ordenamos un par de cafés y un delicioso postre de chocolate con nieve de vainilla y chantilly. Insisto en que no deben perderse la oportunidad de comer aquí: Relais de l’Éntrecôte es garantía de calidad, sabor, servicio y rapidez.

Disfrutando en Entrecôte
Si quieren ver todo nuestro recorrido de este primer día, aquí les dejo el mapa. Le pueden dar click para hacerlo más grande y revisarlo con detenimiento.

Día 2
El segundo día, traicionados un poco por el jet lag, no nos levantamos tan temprano como hubiésemos querido. Así que decidimos banarnos y cambiarnos rapidísimo, saltarnos el desayuno y salir directito a caminar por la Rue de Rivoli y entrar a las Tullerías, donde algunos corredores hacían estiramientos y bromas en grupo. A pesar del cielo nublado, la mañana se desplegaba alegre, y muy tomaditos de la mano cruzamos el jardín hasta llegar al imponente Musée du Louvre. En esta ocasión no entramos, pero sí caminamos por la explanada donde se postra la pirámide de cristal y recorrimos por afuera sus pasillos y arcos.
Jardin des Tuileries
Jardin des Tuileries
Entrando a la explanda del Musée du Louvre
Musée du Louvre
Musée du Louvre

Musée du Louvre
Cruzamos el Sena por el Pont des Arts donde nos percatamos que ya no cuelgan los cientos de candados (alguno colocado por René y por mí hace años) que antes adornaban el paisaje. Caminamos un par de cuadras más y una vez más cruzamos el Sena, aunque ahora por el Pont Neuf, donde, para nuestra sorpresa ¡había ya miles de candados en las bardas alrededor de una estatua de Enrique IV! Los románticos siempre encuentran una manera, dicen por ahí…
Pont Neuf
Pont Neuf
Continuamos nuevamente hasta la Rue de Rivoli hasta llegar al Hôtel de Ville (el ayuntamiento), con su carrusel y su plazoleta llena de gente disfrutando el domingo.
Hotel de Ville
Una vez más cruzamos el Sena con dirección a la Catedral de Notre Dame. En cuanto tomamos un par de fotos comenzó a chispear, así que nos guarecimos en la iglesia gótica estrenada en 1272. Adentro, pudimos ver un nacimiento puesto para la época navideña y a la Guadalupana, a quien dedicamos una vela.

Catedral de Notre Dame
Guadalupana
Con la Virgen de Guadalupe
Al salir, caminamos aprisa por la lluvia, el frío y el hambre por la Quai Saint Michel el Bistro des Augustins, donde nos recibió un olor exquisito a queso gratinado, especies y vino. Ordenamos una garrafa de vino de la casa para entrar en calor y yo pedí un tartin chaude con jamón, queso emmental, tomates y hierbas, sobre ensalada. Ren eligió un gratín chaud de pato sobre lajas de papa gratinadas. ¡Muy sabroso!

Bistro des Augustines

Tartine Chaud et Gratin Chaud
Cuando terminamos seguía lloviendo, así que optamos por resguardarnos en el Musée d’Orsay un par de horas. La antigua estación de tren alberga una de las colecciones impresionistas más importantes del mundo (sino es que la más). Entre sus piezas más significativas y visitadas están: El dormitorio en Arles de Van Gogh, el Autorretrato de Van Gogh, La Mujer con guantes de Toulouse Lautrec, el Baile en la ciudad de Renoir, el Campo de amapolas de Monet, Olympia de Manet, entre otros nombres como Degas, Sisley, Signac, Cézanne y Pisarro.
Interior del Musée d’Orsay
Autorretrato de Van Gogh
Dormitorio en Arles de Van Gogh
Van Gogh en Musée d’Orsay
Margaritas
Olympia de Manet
Otra vez les dejo el mapa de esta parte del recorrido de nuestro segundo día:

¡Al salir del museo seguía lloviendo! Así que tomamos el metro y nos bajamos en Abbesses para de ahí subir caminando hasta Sacré Coeur. La caminata es pesadita, pues tienes que subir una serie de escalones, pero la vista desde arriba vale todo el esfuerzo. He de admitir que en esta ocasión no tuvimos tanta suerte, pues la lluvia espantó a todos los danzantes y artistas callejeros que suelen darle vida al lugar cada tarde, pero aprovechamos la falta de personas para contemplar los destellos de luz de la ciudad que ya se engalanaba para la cena.
Processed with VSCO with a6 preset

Drinks en Montmartre
En un barecito en Montmartre
Bajamos entonces a tomarnos un par de copas de vino en lo que nos llegaba la hora para cenar en La Cave Gourmande. ¡Nuevamente cenamos exquisito! De entradas elegimos unos tradicionales escargots (de verdad creo que los mejores que he comido) y un suave y consistente foie gras con mermelada de frutos rojos. De segundos pedimos un pato que no tenía madre y un boef bourguignon que superó todas nuestras expectativas. Por supuesto, no faltó el vino tinto en nuestra mesa.
La Cave Gormand
Pato y Boef bourguignon
Escargots y foie gras de entrada
Con la barriga satisfecha nos regresamos en metro al hotel y a descansar para estar listos para disfrutar al día siguiente nuestra última mañana en tan bella ciudad.
Nuestro recorrido en Montmartre:

Día 3
En nuestra última mañana por París, Ren me cumplió un capricho que valió toda la insistencia: una corrida ligera por los puntos que aún nos faltaban por recorrer. ¡Es padrísimo conocer una ciudad corriendo!
Al fondo la Ópera de París
Ópera de París
Place Vendome
Jardin del Tuileries
Cruzando el Pont des Arts
Les Invalides
Vista del Grand Palais
Cruzando por el Pont Alexandre III
La Concorde
No saben cómo disfruté los cinco kilómetros que trotamos: pasamos por la Ópera, bajamos hacía Place Vendôme, cruzamos por las Tullerías, atravesamos el Sena, saludamos al Musée d’Orsay, recorrimos Les Invalides, cruzamos hacia el Petit y el Grand Palais, rompimos por la Concorde y terminamos otra vez en nuestro hotel.

Jardin del Tuileries
El mapa de nuestra corrida:

Luego de bañarnos y cambiarnos (y dejar las maletas en recepción), salimos a comer en un típico bistró: Le Madeleine 7. Les juro que me comí el mejor Quiche Lorraine de mi vida. Hasta Ren, que no es mucho de ese platillo, dijo que estaba excepcionalmente bueno: suave, esponjoso, húmedo y abundante, ¡no se lo pueden perder! También ordené una sopa de cebolla que le hizo justicia al frío que sentía mi cuerpo. Lleno de locales y con una atención formidable, queda súper recomendado.

Quiche Lorraine en Madeleine 7

Soupe à l’oignon gratinée
Satisfechos, corrimos a conocer en el tiempo que nos quedaba la nueva Fundación Louis Vuitton. Diseñado por el reconocido arquitecto americano Frank Gehry, el edificio es impactante a la vista. Rodeado de un hermoso jardín, alto, con páneles de cristal que apuntan a todos los sentidos, pero manteniendo la uniformidad, el inmueble alberga obras importantes de Manet, Cézanne, Dégas, Gauguin, Matisse, entre otros.

Además, tuvimos la oportunidad de ver el edificio intervenido por el aclamado artista francés Daniel Buren, quien hace poco también intervino el Instituto Cultural Cabañas. Así que las 12 velas de la Fundación Louis Vuitton, formadas por 3,600 piezas de vidrio, se salpicaron de filtros de trece colores, equidistantes e intercalados con rayas a blanco y negro perpendiculares al piso: un “Observatorio de luz”, como se llama la pieza.
El Cuarto rojo de Matisse
Matisse
En el Jardin de Aclimatación
Con esta visita y una última y rápida parada a Ladurée terminó nuestro fin de semana en la ciudad de la luz. Un par de días llenos de romance, recorridos preciosos, comida exquisita y un ligero dejo de melancolía al subirnos al tren y partir, pero bueno, como dijo Humphrey Bogart en la inolvidable Casablanca: “We’ll always have Paris”.

Ladurée
