Estos jueves con sabor a viernes me encantan. Para muchos, los puentes y días libres son la excusa perfecta para salir de la ciudad (¡yo me voy a Tapalpa!), pero para otros son el momento perfecto para descansar y hacer en la ciudad las cosas y visitas para las que usualmente no nos damos tiempo.
Y quizá dentro de esos asuntos que dejamos de hacer se encuentra ir a alguna zona de la ciudad o probar un restaurante que no se encuentra a tan sólo diez minutos de la casa. ¡Por eso este post es perfecto para esta ocasión! Porque les voy a recomendar un rinconcito italiano que vale la pena conocer, sin importar en qué parte de la ZMG viven. La verdad es que yo tengo mucha suerte, ¡me queda a sólo cinco minutos! Pero ya, ¡a lo que voy!
En el corazón de Zapopan (28 de enero #175, a la vuelta del Museo de Arte de Zapopan) se ubica un mesón que conserva toda la tradición y calor de un restaurante italiano. El dueño y chef, Francesco Lorusso, se encarga de que no sólo el lugar sea acogedor, sino que la comida despida esa calidad entrañable e íntima que te asegura que cada vez que regreses serás tratado con el mismo cariño y familiaridad. Mesón Da Franco habita una casa vieja del centro de Zapopan; adorna sus paredes blancas con pinturas y espejos grandes; recarga en sus adobes sillones con cojines con patrones y remendos color terracota y estructuras de madera donde descansan botellas y botellas de vino. Al centro, un hueco en el techo por donde escapa la luz que expide una única lámpara redonda, y que deja a su paso brillos en las copas de vino, que cuelgan de una barra que más parece candil, y un ambiente tenue en el resto del local.
Pidan un queso provolone, a diferencia de lo que usualmente nos entregarían, éste no vendrá con un espejo de pomodoro, sino bañado en salsa de brócoli y crema, ¡les va a encantar! Pidan también el carpaccio del día: de res, de atún, de salmón, varían según la frescura de sus productos, de los resultados de una mañana que se invierte en el mercado. Mi familia y yo tenemos la costumbre de pedir una pizza también de entrada. Es algo que a todos se nos antoja siempre, y de esta manera todos podemos comer un pedacito sin privarnos de probar un plato fuerte diferente. ¡Háganlo también! Y escojan una pizza mitad Alla Franco (con jamón serrano, arúgula, queso parmesano, jitomate cherry y unas gotita de balsámico) y mitad Capricciosa (con alcachofas, champiñones y aceitunas negras). ¡No se van a arrepentir! Y, claro, para complementar a la perfección las entradas y el resto de la comida, no duden en ordenar un par de copas de vino tinto (Merlot, Primitivo, o el que sea que de momento tengan abierto para ofrecer).
¿Y de plato fuerte? Uff, ¡a mí siempre se me complica elegir! Entre que las pastas son deliciosas y que siempre tienen algo diferente y especial en el menú, la elección suele complicarse. Sin son de pasta les recomiendo degustar los ravioli, el Rigatoni Ragú de Cordero, o el Pennete Sorrento (una pasta en salsa de salmón flameado al vodka). Me gustan estos platillos porque no los encuentras en otros restaurantes italianos, y verdaderamente demuestran el sabor tradicional de Mesón Da Franco. Si prefieren una proteína entonces escuchen los especiales -porque no vienen en el menú- que el mesero les dirá con mucha amabilidad. Usualmente cuentan con un pescado blanco, un salmón, un rack de cordero y una filete de res. Quizá les toque la suerte de probar el atún en crema de limón real, el rib eye con papas al romero, el linguini en salsa de langostinos, el salmón a la mostaza, la corvina con tinta de calamar, camarones y vino blanco; el dorado con pesto de tomate rojo; el risotto con hongos porcini, ¡ay ya! ¡Es que todo está delicioso y me muero de hambre!
Tengo que decirles que, además, las porciones son generosas y, ¡lo mejor!, los precios son justos, casi económicos. Una pizza cuesta $95 pesos, una copa de vino, $48; un linguini frutti di mare, $95. Así que pueden ir tranquilos a regalarse una comilona sin preocuparse demasiado por el presupuesto y hasta dejar espacio para el postre y el café. Yo sugiero que prueben el crème brûlée y la frágole alla crema (unas fresas con crema de queso mascarpone y salsa de vino tinto), y que acompañen su sobremesa con un espresso o un capuccino.
Con tantas descripciones e imágenes tan sabrosas, les prometo que ya quiero volver, ¡y eso que fui ayer! Además la atención es muy amable, siempre están los dueños para asegurarse de que estés satisfecho y los meseros también están muy al pendientes de ti. No esperen su comida en cinco minutos, como todos los buenos lugares, los platillos se hacen al momento para preservar su frescura y calidad. Eso sí, ¡en el lugar no aceptan tarjetas! ¡Les aviso para que no los tome por sorpresa!
Lo bonito de ir a Mesón Da Franco, es que dependiendo de si van a cenar o comer, pueden tomarse una hora antes o después para recorrer el centro de Zapopan. Caminar y entrar a la Basílica, tomar fotos en sus calles pintorescas, visitar el MAZ o sólo aprovechar para disfrutar una zona de la ciudad que para muchos puede resultar lejana o no muy familiar. ¡Es hermoso! ¡De verdad vale la pena!
¿Cómo ven? ¿Los convencí? De verdad espero que vayan y conozcan. Yo sé que Guadalajara está plagado de restaurantes italianos, pero Mesón Da Franco tiene un sazón y un ambiente íntimo y acogedor que rara vez encuentras en los demás. ¡Vayan! ¡Verán cuánto se van a sorprender!
Los quiero a todos, ¡feliz puente!